En las dos entradas anteriores iniciamos nuestro descenso a las oscuras regiones del país del miedo al discurso. En la primera entrada repasamos someramente las reacciones físicas ante el miedo durante una presentación, tanto las visibles por la audiencia, como sudor, temblor o tartamudeo, así como las que sólo percibe el aterrado orador, como palpitaciones, aceleración del ritmo cardíaco, nudo en el estómago, mareos, sequedad, etc. En la segunda entrada analizamos las reacciones cognitivas en forma de pensamientos, suposiciones y creencias irracionales que surgen al enfrentarnos a una presentación en público. En esta tercera entrada prestaremos atención a las reacciones conductuales, o lo que es lo mismo, a cómo nos protegemos de la situación que nos causa esa ansiedad insoportable.

Conductas de seguridad ante el miedo

La forma más frecuente de conducta ansiosa consiste en evitar a toda costa la situación que nos produce ansiedad o miedo, en definitiva, negarse a salir a hablar en público, ya sea en un congreso o en una presentación de departamento. Claro que no siempre se puede delegar en otra persona ni se puede escurrir el bulto indefinidamente. Antes o después uno deberá enfrentarse a la situación o no le quedará más remedio que renunciar a medrar profesionalmente cuando este progreso exija realizar presentaciones. Uno de los mayores problemas que acarrea esta táctica es que cuanto más se evita una situación desagradable, más difícil resulta luego entrar en ella.

Conductas de seguridad

Ahora bien, existen conductas de seguridad más sutiles que nos ayudan a rebajar la ansiedad antes o durante la presentación:

  • Beber un par de copas o tomar estimulantes antes de la presentación para sentirnos seguros.
  • Aplicarse maquillaje excesivo o llevar bufanda o cuello alto para ocultar el rubor de cuello y rostro.
  • Evitar el contacto visual con la audiencia, mirando continuamente al suelo, al techo, a las notas o a la pantalla de proyección.
  • Realizar la presentación en penumbra para no ser observado por la audiencia.
  • Taparse la boca o cara con la mano mientras se habla.
  • Leer directamente el texto de la presentación, bien desde las transparencias, bien desde unos papeles, en lugar de hablar espontáneamente y con naturalidad.
  • Preparar en exceso la presentación, memorizando el texto para cada transparencia, para evitar cometer errores.
  • Permanecer sentado a una mesa o de pie detrás de un atril, nunca delante del público sin obstáculos interpuestos.
  • Realizar presentaciones selectivas, es decir, aceptar hablar sólo ante auditorios reducidos o de gente conocida; o bien negarse a hablar si se sabe de antemano que asistirán ciertas personas importantes cuya presencia nos intimida.

Si uno recurre habitualmente a estas conductas de seguridad, terminará por convencerse de que el éxito de la presentación se debe exclusivamente al uso de las mismas.

El canto del pájaroEsta situación me trae a la memoria el siguiente cuento de Anthony de Mello, recopilado en su libro «El canto del pájaro».

La medalla

«Había una madre que no conseguía que su hijo dejara de jugar y regresara a casa antes del anochecer. De modo que, para asustarle, le dijo que el camino que llevaba a su casa era frecuentado por unos espíritus que salían tan pronto como se ponía el sol. Desde aquel momento ya no tuvo problemas para hacer que el niño regresara a casa temprano.

Pero, cuando creció, el muchacho tenía tanto miedo a la oscuridad y a los espíritus que no había modo de sacarle de casa por la noche. Entonces su madre le dio una medalla y le convenció de que, mientras la llevara consigo, los espíritus no podrían hacerle ningún mal en absoluto.

Ahora el muchacho ya no tiene miedo alguno a adentrarse en la oscuridad fuertemente asido a su medalla.»

—Anthony de Mello, «El canto del pájaro»

La buena religión nos hace ver que no existen malos espíritus

AmuletoEl ponente que recurre sistemáticamente a una o varias de las conductas de seguridad mencionadas anteriormente, como el niño aferrado a su medalla, no podrá presentar sin apoyarse en estos mecanismos. Sin embargo, es necesario eliminarlos si queremos crecer como conferenciantes. El primer paso consiste en tomar conciencia de estas conductas. ¿Las utilizamos? ¿En qué medida?

En próximas entradas analizaremos cómo dejarlas atrás. Se ofrecerán estrategias tomadas de la terapia cognitiva conductual (TCC) para cambiar la forma de pensar y de actuar en las presentaciones y superar así nuestro miedo a hablar en público sin recurrir a medallas que nos limiten.

Añadir a del.icio.us

- Pánico en el estrado (I): catálogo de reacciones ante al miedo

- Pánico en el estrado (II): cartografía de miedos al discurso

¿Utilizas conductas de seguridad semejantes? Comparte tus experiencias con el resto de lectores.