Esta mañana he asistido al seminario Ley de Economía Sostenible: derechos, obligaciones y libertades en Internet, organizado por la Cátedra UPM Applus de Seguridad y Desarrollo de la Sociedad de la Información. El seminario contaba con ponentes de lujo, de un elevadísimo nivel, entre ellos Víctor Domingo, de la Asociación de Internautas, y Carlos Sánchez Almeida, del Bufet Almeida.

Estaba yo como siempre con un oído a lo que se decía y con un ojo a cómo lo decían. Desde el punto de vista de las presentaciones, me ha llamado la atención el hecho de que tres de los cuatro ponentes han realizado su intervención de 30 minutos ¡sin usar transparencias ni leer discursos escritos! Algo verdaderamente sorprendente en nuestro mundo sometido por PowerPoint. Los ponentes han hablado desde el corazón, con sinceridad y aplomo, siguiendo un hilo argumental claro, exhibiendo un dominio absoluto del tema y una gran pasión.

¿De verdad necesitamos PowerPoint para presentar?

Uno puede encontrar por Internet recomendaciones sobre cómo hacer una presentación, en la que podemos encontrar despropósitos como los siguientes:

  • Una transparencia debería tener no más de 7 líneas y no más de 7 palabras por línea: o sea, 50 palabras por transparencia, sin contar el título. ¿No sería mejor ninguna línea?
  • Una presentación debería tener un número de transparencias igual a la duración en minutos de la charla dividida por tres: esto es, para una charla de 30 minutos un total de 10 transparencias, aunque no me queda claro si la de título y las de despedida entran en la cuenta o no.

Cuando en mis cursos y seminarios me preguntan por el número recomendable de transparencias en una charla, para provocarles, les respondo: una o ninguna. Mi intención es poner de manifiesto la absurdidad de querer someter a reglas el número de transparencias, como si una presentación fuera un cuerpo de geometría euclidiana. ¡No! Una presentación es un acto vivo. La única regla es que no hay reglas.

Si te conformas con la mediocridad, si quieres agradar discretamente, si no quieres llamar la atención, sigue reglas como las anteriores. No cometerás errores, tus presentaciones pasarán sin pena ni gloria y serán olvidadas por la audiencia tan pronto se apaga el eco del cortés aplauso. Si quieres suscitar la admiración y ser recordado, ¡rompe las reglas!

La primera regla que puedes probar a saltarte es que para presentar hay que usar PowerPoint.

Se puede hacer una excelente presentación sin usar PowerPoint

De hecho, me atrevería a afirmar lo siguiente: las pésimas transparencias que utilizan muchos oradores deslucen su discurso. ¡Estarían mucho mejor sin ellas! Un error muy común consiste en utilizar PowerPoint “porque todo el mundo lo usa”. Un gran orador con malas transparencias puede terminar dando una pobre impresión. Y la presentación de un mal orador nunca será brillante por muy buenas que sean sus transparencias.

Las buenas transparencias pueden ser el mejor aliado de un buen presentador, como muestro en el siguiente gráfico.

Pero si dominas tu tema, si sientes pasión por él, si no resulta crítico mostrar elementos visuales (gráficos, fotografías, diagramas), plantéate siquiera sea por una vez hablar sin transparencias. La naturalidad y el contacto con la audiencia que ganarás así no tienen parangón.

- Si lees tus transparencias, pareces idiota

- Si te piden una presentación, no des un documento

- Aceite de serpiente en las presentaciones

¿Alguna vez has presentado sin transparencias? ¿Te sientes inseguro sin ellas? ¿Crees que sería un desastre? Comparte tus experiencias con el resto de lectores.

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