Si abandonas la mediocridad, te espera la excelencia… ¡o el ridículo!

“El éxito se deriva de ser diferente y luego estar dispuesto a seguir cambiando.”
Jonas Ridderstrale

Como buen bilbaíno, mi padre es un excelente cocinero. Desde que me vine a vivir a Madrid, lo visito cada uno o dos meses. Él insiste en agasajarme cada vez con elaboradas comidas. En cada visita me sorprende con un pintxo o con un plato nuevo que ha visto en algún bar o en algún programa de TV. Un día de estas fiestas cocinó para mí un nuevo plato experimental que le salió tan mal que hubo que tirarlo. Terminamos comiéndonos unos huevos fritos con chorizo y nos quedamos tan anchos. Yo le digo que no hace falta que se tome tanto trabajo de innovación culinaria, que me conformo con cualquier cosa, que la comida en sí es lo de menos. Bromeando, él me responde: «Si dejara de sorprenderte, dejarías de venir a comer a mi casa».

Para acertar hay que probar y errar

Una presentación es un sistema complejo tremendamente complicado, con miles de pequeñas variables imposibles de controlar. La única forma de saber qué funciona y qué no es probarlo y ver los resultados. Lo que funciona con una audiencia en una circunstancia, fracasa estrepitosamente con otra en circunstancias diferentes. Tienes que experimentar y en el proceso cometerás errores.

Y el mayor error posible es obsesionarse por no cometer errores. Lo importante no es no cometer errores, sino que vayan en la dirección correcta. Apunta en su blog  el pensador y emprendedor Xavier Marcet i Gisbert que:

“Con miedo, el fracaso no es nunca una oportunidad de aprender, es el preludio de un mal trago”.

Nunca haremos nada de manera perfecta

En nuestra cultura está estigmatizado el fracaso: se ridiculiza y condena. En consecuencia, tememos fracasar por encima de todo: quedar mal, hacer el ridículo, llamar la atención. ¿Y cómo lo solucionamos? Recurriendo a la mediocridad: jugar según las reglas, hacer lo que todos, pintar sin salirnos de la línea. Nos sentimos muy a gusto en nuestra zona de confort y nadie nos moverá de ahí.

Si siempre temes el error y evitas el riesgo, te acomodarás en las soluciones seguras: las recetas ya aplicadas que siempre funcionaron en el pasado. Como dicen en los mercados financieros, “rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras”.

Nunca evites el riesgo ni la crítica. El único tipo de seguridad que existe es la fe perdurable en uno mismo. Jugar sobre seguro es a la larga la estrategia más arriesgada.

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