“Motivación no es tener ánimo, es tener motivos.”
Alfonso Alcántara (@yoriento)

Cuando imparto en empresas mi curso para directivos, una de las primeras cosas que les digo es:

“El objetivo último de toda presentación es la acción: ¿qué quieres que haga la audiencia cuando termines de hablar?”

Algunos asienten en silencio, totalmente de acuerdo, mientras que otros se resisten a aceptar esta tesis:

“No pasa en todas, también hay presentaciones en las que no esperas que la audiencia haga nada”.

Yo les animo a buscar ejemplos:

“Ponme algún ejemplo, por favor”.

Y entonces unos mencionan la típica sesión informativa sobre una nueva normativa fiscal, o sobre un nuevo procedimiento de seguridad, o sobre sus propios nuevos servicios.

“¿Y para qué se lo cuentas? ¿Qué quieres que haga la audiencia con esa información?”.

Algunos ya empiezan a dudar y entrevén que efectivamente la información no se da por dar: esperan que cambie algo en la forma de trabajar o en el hipotético caso de que un día se produzca un incidente.

Otros perseveran:

“No espero que hagan nada”.

“Entonces, ¿para qué les informas?”.

“Simplemente para que estén informados, nada más”.

“¿Y de qué les servirá esa información?”.

“Ahora, para nada; pero a lo mejor en el futuro, para algo”.

¿Lo ves? Ya están abriendo un resquicio.

“Y en ese hipotético futuro, ¿qué tendría que suceder para que esa información resultase útil?”.

“Bueno, que se acuerden de nosotros”.

“¿Para qué?”.

“Para que nos llamen”.

¡Ya está! Ya hemos llegado a la acción deseada: buscas imprimir una huella en la audiencia para que dentro de unos días, meses o años, cuando padezcan el problema que tú resuelves, te llamen. O para que dentro de un tiempo, cuando tengan que aplicar una ley, tengan en cuenta la nueva normativa. O para que si se declara un incendio, sepan cómo responder con seguridad y rapidez.

Siempre quieres que hagan algo. Tal vez no ahora, tal vez más adelante, pero que hagan.

Para hablar bien en público, antes hay que pensar bien en privado

Antes de crear una sola diapositiva, siéntate y reflexiona:

¿Qué quieres que haga la audiencia cuando termines de hablar?

Empieza con la ACCIÓN y tendrás claro el desarrollo de tu presentación. ¿Qué ganará la audiencia con esa acción? Si no ve la ganancia para sí misma, nunca actuará. ¿Por qué habría de hacerlo?

¿Qué es MOTIVACIÓN? Tener MOTIVOS para la ACCIÓN. Dale a la audiencia motivos para actuar.

[¿Quieres dominar las técnicas para motivar a tu audiencia? Apúntate al Curso de creación de presentaciones con impacto.]

ENTRADAS RELACIONADAS

- Cinco pasos para dirigir reuniones que conduzcan a la acción

- La Fórmula Mágica de tres ingredientes de Dale Carnegie para crear discursos cortos que generen acción

- Si pides a la audiencia que haga algo, ponle fecha a sus acciones

DIÁLOGO ABIERTO

¿Conoces presentaciones que no busquen acción?

[Créditos: Clapperboard, diseñado por Edgar Vargas.]

Escrito por Gonzalo Álvarez Marañón , científico, escritor y conferenciante.