“Cada vez que cuento una broma, estoy deseando contar la siguiente porque siento que será la mejor.”
—Luis Piedrahita

Es sorprendente lo arraigados que están ciertos mitos en el campo de la oratoria, trucos sobre cómo hablar en público que, aun hoy, se recomiendan cual Bálsamo de Fierabrás. Son de lo más variopinto: desde imaginarse a la audiencia sin ropa, para no sentirse intimidado por ellos (sin comentarios), a tomarse un carajillo antes de comenzar una charla para paliar los nervios. No sé cuál es peor.

Ambos ejemplos son ineficientes y, en todo caso, contraproducentes. El resultado obtenido suele diferenciarse mucho del objetivo inicial perseguido, consistente en reducir el estrés previo a la intervención.

Existe otro ejemplo archiconocido que es utilizar un chiste como pistoletazo de salida para “romper el hielo” y ganarse al público. Esta fórmula podría funcionar, pero es desde luego de las más peligrosas…

En El Arte de Presentar opinamos que el humor es una herramienta magnífica para captar la atención de la audiencia y que, gestionado con maestría, puede ser un aliado excepcional en charlas e intervenciones. De hecho, hay muchos aprendizajes útiles en el Stand Up Comedy, o Monólogos Cómicos. En esta ocasión he querido rescatar tres claves prácticas que pueden ayudarnos de una forma eficiente a mejorar nuestras presentaciones.

1No arranques con una broma

La primera, precisamente, desaconseja la broma como punto de partida para el monólogo. No es necesario, en ocasiones ni recomendable, comenzar con una frase graciosa sino con una con la que todo el mundo pueda empatizar, pueda sentirse identificado. Como dice el guionista de televisión y profesor de monólogos Diego Serrano:

“Es imprescindible generar una imagen a través de las palabras que todo el mundo pueda visualizar inmediatamente.”

2Haz sentir protagonista a la audiencia

La segunda clave es una continuación de la primera. Es imprescindible que todo el mundo se pueda sentir reconocido en cada broma, hasta el punto de sentir que la reflexión del monologuista la han pensado ellos mismos mil veces. ¡Es como si los verdaderos protagonistas del monólogo fueran ellos! En nuestro campo funciona de la misma manera, la audiencia siempre es el actor principal en cada presentación.

3Juégate el tipo

La tercera clave consiste en lo que los escritores de monólogos profesionales llaman “jugarse el tipo”. El concepto pivota sobre la idea de fluir y escribir sobre lo que tal vez otros no se atreven. Incluir una broma comprometida si el monólogo lo requiere y ser coherente en tus argumentos aunque no le gusta a todo el mundo. A este concepto le denominamos, Conexión Ética, en El Arte de Presentar.

De todas las prerrogativas que funcionan en un monólogo y en una presentación, ésta es mi favorita. Ser recordados y marcar la diferencia con nuestras presentaciones exige correr ciertos riesgos, práctica y compromiso…

DIÁLOGO ABIERTO

En tu siguiente presentación puedes hacer lo de siempre pero… ¿Qué podría pasar si te arriesgas?

[Créditos: Microphone, diseñado por Blaise Sewell.]