Si te pido que dibujes una pistola, mal que bien, seguro que sabes hacerlo. Igual que si te pido que dibujes un reloj. Pero ¿qué haces si te pido que dibujes el concepto «violencia»? ¿O el concepto «productividad»? Cuanto más abstracto es el contenido de tu presentación, más difícil te resultará dibujarlo.

Exactamente la misma dificultad te encontrarás si te pido que dibujes tu presentación con tus manos.

Tu cuerpo no es un trípode para tu cabeza: usa tus manos para dibujar tu presentación

En una entrada pasada, explicaba que los oradores son evaluados como más eficaces y competentes cuando usan sus manos al hablar que cuando las dejan quietas. Las manos contribuyen a darle vida al discurso y a que el mensaje le llegue con mayor energía a la audiencia. Los gestos incluso ayudan a la audiencia a entender mejor lo que dices.

Ahora bien, ¿qué harás si te pido que uses gestos que confieren vida y fuerza a tu intervención, con deliberación y lentitud, en su justa medida? Es muy fácil decirlo, pero luego, cuando llega el momento de la verdad, lo normal es salir ante el público y agitar las manos aleatoriamente delante de la cara, añadiendo ruido al discurso. O quedan quietas, o tocan repetidamente partes del cuerpo, o permanecen cogidas entre sí, o retorciéndose. En definitiva, comunican nerviosismo y un no saber estar.

La cuestión es: ¿cómo conseguir que las manos conecten con el mensaje y lo transmitan con energía y determinación?

Cuanto más concreto sea el contenido de tu charla, más fácil te resultará dibujarlo con tus manos

La clave para comenzar a usar gestos genuinos, naturales y sintonizados con tus palabras consiste en utilizar un lenguaje concreto.

En nuestros cursos de oratoria hacemos un sencillo ejercicio: primero, contar algo abstracto relacionado con el trabajo; y luego, contar algo concreto, como por ejemplo, cómo hacer una tortilla de patata. En el primer caso, los brazos y manos tienden a permanecer quietos sin nada que ilustrar. Mientras que en el segundo, cobran vida y dibujan muy gráficamente cada uno de los pasos del proceso.

¿Y sabes qué es lo mejor de todo? En el primer caso todos son conscientes de sus manos, pero en el segundo caso ¡se han olvidado de ellas!

Te animo a que te pongas ahora mismo delante de una cámara (servirá perfectamente la de tu smartphone) y te grabes haciendo el experimento. Seguro que notarás una diferencia abismal.

En presentaciones olvídate del arte abstracto

Eres un pintor de imágenes concretas. Huye de la abstracción. Y para conseguirlo no conozco mejor antídoto que las historias. Las historias hablan de lo particular, de lo concreto. Nos presentan personajes concretos que realizan acciones concretas en lugares concretos con objetos concretos. ¡Puedes dibujar con tus manos todos esos elementos!

Cuenta historias, anécdotas, muestra ejemplos, inventa escenarios posibles, aterriza tus ideas abstractas. ¡Pinta imágenes! ¡Dibuja paisajes!

Comprobarás cómo cuando te metes en tu historia y te olvidas de tu lenguaje corporal, entonces tu propio cuerpo se ocupa de acompañar tu discurso en una sencilla danza. Entonces usarás gestos genuinos, naturales y sintonizados con tus palabras… ¡sin darte cuenta de que lo estás haciendo! Por eso serán perfectos: porque tu mente no estará ahí para estorbarlos.

Sal de tu presentación y entra en tus historias.

[Si quieres mejorar la oratoria de tus directivos, infórmate sobre nuestro Curso de Exposición Oral para empresas.]

DIÁLOGO ABIERTO

¿Qué haces con tus manos cuando apareces en público?

[Créditos: Imagen de cabecera diseñada  para este artículo con elementos de Ingimage ]