Kevin Mitnick, el hacker más famoso del mundo, visitó Galicia durante la primera semana de junio de 2003. En presencia de un auditorio abarrotado, subió al escenario donde le esperaba su portátil. Su objetivo no era atacar delante de las cámaras ningún ordenador gubernamental ni reventar ningún sistema de inteligencia, sino dar una conferencia sobre El Arte del Engaño, del cual llegó a ser maestro consumado. Ilustró con jugosas historias tomadas de su oscuro pasado como hacker de qué manera la ingeniería social puede hacerse con contraseñas y penetrar en sistemas informáticos; habló con pasión de cómo vencer los engaños en las empresas; con bromas y una presentación muy bien diseñada consiguió meterse al público en el bolsillo desde los primeros minutos. Cuando después de una hora terminó su charla, nos quedamos con la sensación de “¿Ya está? ¿No pueden dejarle hablar otra hora más?”, como el niño al que se le ha terminado el helado.

¿Alguna vez has tenido esa misma sensación de perder la noción del tiempo absorbido completamente escuchando una presentación? Seguro que sí, aunque no suele ser lo habitual. Se nos ha arraigado la creencia de que las presentaciones, especialmente las científicas y de negocios, deben ser “serias”. Y “serio” es normalmente sinónimo de “aburrido”: transparencias y transparencias saturadas de cifras, gráficos y tablas. El entretenimiento queda para las salas de cine y de teatro. ¡Nada más lejos de la realidad! Del mismo modo que antiguamente se creía que todo lo placentero era pecado, hoy día existe el prejuicio de que si una presentación entretiene, entonces no puede transmitir información veraz ni profundidad de contenidos. Sin embargo, no existe ningún motivo por el que una presentación rigurosa no pueda resultar entretenida. Un buen presentador es como un buen artista: si domina su arte, será capaz de conectar con su público y mantenerlo pendiente de sus palabras, de principio a fin. Toda presentación es un acto creativo. En él se busca comunicar al público un mensaje. Si este mensaje no llega a la audiencia, todos los datos y ecuaciones del mundo no lo arreglarán.

El primer paso para transformarnos en buenos comunicadores consiste en comprender que presentar es un arte. Ahora bien, contrariamente a lo que uno pudiera creer, se trata de un arte al alcance de todos y no sólo de unos pocos genios superdotados. La experta en comunicación Suzanne Bates nos proporciona palabras de aliento: “Las dotes del orador no vienen con los genes, sino con la preparación”. ¡Hay esperanza! Posiblemente, si no poseemos el don, no llegaremos a ser oradores excepcionales. Ni falta que hace. Lo que de verdad importa es que todos podemos llegar a ser mejores comunicadores de lo que somos ahora si nos liberamos de todas las ideas aprendidas sobre cómo “deben” ser las presentaciones y de las opiniones establecidas que encorsetan nuestra creatividad.

“El Arte de Presentar” nace con la vocación de ayudar a todos los profesionales que durante el desempeño de sus funciones deban comunicar en público a diseñar y presentar trabajos de una forma cautivante y visualmente atractiva, de manera que su mensaje se comunique sin obstáculos a la audiencia. Las entradas de este blog aportarán pautas, ejemplos y consejos para ayudarnos a liberar nuestras mentes de la carga de lo convencional en el mundo de las presentaciones.

Ojalá sus contenidos sirvan para contribuir al cambio de mentalidad con respecto a lo que debe ser una buena presentación y nos ayuden a todos a mejorar nuestras habilidades de comunicación. El controvertido y provocador publicista Paul Arden lo expresó magistralmente: “No des una charla. Monta un show”. El día en que llegado el momento de hablar ante una audiencia disfrutemos haciéndolo y la audiencia disfrute escuchándonos, nos habremos transformado en maestros del arte de la presentación.

¡Bienvenidos a “El Arte de Presentar”!