Cuando presentas, ¿estás respirando?, ¿estás relajado?, ¿te mueves con elegancia?

Hace años recibí de mi profesor de escalada una enseñanza que he llevado conmigo desde entonces. Nos dijo que mientras estuviéramos progresando por la pared, nos repitiésemos continuamente las siguientes tres preguntas:

  • ¿Estoy respirando?
  • ¿Estoy relajado?
  • ¿Me muevo con elegancia?

A primera lectura, pueden parecer preguntas irrelevantes. Examinadas más detenidamente, revelan su profunda importancia.

1 ¿Estás respirando?

La calidad de tu discurso dependerá de la calidad de tu respiración. En la práctica, para ejecutar correcta y eficientemente cualquier acción resulta fundamental respirar profundamente, en especial en situaciones estresantes. La respiración profunda ayuda a liberar la energía acumulada con el nerviosismo y a proyectar una voz más potente. Aumenta la concentración y la energía puestas en la actividad.

Recupera el hábito de respirar lenta y profundamente antes de empezar a hablar y durante las pausas largas entre frases. Tu discurso brotará más calmado, tu  cerebro se oxigenará mejor y aumentará tu sensación de control.

2 ¿Estás relajado?

Cuando hay miedo, hay tensión. La tensión dilapida nuestras energías. En lugar de aparecer sueltos y cómodos, nos mostraremos rígidos y agarrotados. Nuestro discurso no fluirá suavemente, sino que sonará enlatado. Esta tensión se delatará en los objetos que tengamos entre manos, que apretaremos con fuerza; o en los movimientos nerviosos de las manos, que se cogerán, tocarán y retorcerán. La tensión agarrotará los músculos de tu pecho y garganta, dificultándote la respiración.

Además de practicar algún ejercicio de relajación antes de la presentación, mientras hablas, lleva la atención periódicamente hacia tu cuerpo, especialmente a las manos, pecho, cuello y cara, y mentalmente repasa si están relajados o existe tensión.

3 ¿Te mueves con elegancia?

Los grandes maestros en sus respectivas disciplinas ejecutan los movimientos asociados a su arte con gracia y naturalidad, provocando la ilusión de pasmosa facilidad. Robert Green afirma en su libro Las 48 Leyes del Poder que “las acciones públicas son como obras de arte: tienen que contar con un poder de atracción visual”. Comenta cómo en la obra El Cortesano, publicada en 1528, su autor Baltassare Castiglione describe los comportamientos altamente elaborados y codificados del perfecto cortesano. Y, sin embargo, explica Castiglione, el cortesano tiene que ejecutar estos gestos con lo que él llama sprezzatura, la capacidad de hacer que lo difícil parezca fácil. Urge al cortesano

“a practicar todas las cosas con una indiferencia que oculte todo el trabajo artístico y que haga que cualquier cosa que uno diga o lleve a cabo parezca natural y sin esfuerzo.”

Las actuaciones de Steve Jobs durante sus presentaciones parecían fáciles porque todo brotaba de manera natural, sin esfuerzo aparente. Poseía sprezzatura. Es en este sentido que debes moverte con elegancia: que todo aquello que haces sobre el escenario parezca tan fácil que la audiencia piense que cualquiera podría realizarlo.

En la siguiente charla en TED, la escritora Virginia Postrel explora la sprezzatura en un mundo devorado por el glamour:

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