Cuándo utilizar gráficos en tus presentaciones y cuándo no

En un curso reciente un alumno me preguntó si un gráfico es siempre la mejor opción para presentar datos. No siempre. Veamos por qué. En primer lugar debes decidir si el gráfico será superior a una tabla o al simple texto. Las siguientes preguntas pueden ayudarte a decidir.

1 ¿Quieres ilustrar cantidades relativas, tendencias, interacciones?

Entonces un gráfico es apropiado. Los gráficos también pueden especificar valores utilizando etiquetas, pero resultan más eficaces a la hora de mostrar cantidades relativas, tendencias, interacciones, patrones, excepciones: vemos los sectores más grandes, los puntos más altos y las barras más largas significando cantidades mayores y nos resulta muy fácil ver diferencias relativas entre estas dimensiones visuales. Igualmente, a partir de las líneas resulta inmediato detectar interacciones, tendencias y excepciones. Las nubes de puntos ayudan a identificar patrones. En definitiva, de un solo golpe de vista puedes captar información muy compleja que requeriría un largo análisis de una tabla y ni aun así se interpretaría con la misma claridad.

2 ¿Los datos se necesitan para comunicar un mensaje específico?

Entonces un gráfico puede ser revelador. Piensa a qué preguntas debería ser capaz de contestar la audiencia tras ver el gráfico y organiza los datos en consecuencia. Como siempre, no incluyas más o menos información de la que es necesaria para responder a las cuestiones relevantes. Maximiza la relación entre la señal y el ruido.

3 ¿Puedes usar conceptos y mostrar formatos familiares para la audiencia?

Porque en caso contrario, puede que no interpreten tus gráficos correctamente. Utilizar diagramas de dispersión, gráficos de barras y bigotes o escalas logarítmicas puede confundir incluso a una audiencia culta que no esté familiarizada con esos formatos. Los gráficos tradicionales tienen más garantías de llegar a todo tipo de audiencia. Afeita tus presentaciones con la Navaja de Ockham.

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