“¿Tú cronometras la duración de tus conferencias?”.

Me preguntó un politólogo y profesor universitario durante un congreso de economía y política en el que participé la semana pasada. Probablemente sorprendido por los retrasos que estaban provocando otros ponentes que se alargaban en exceso, mi compañero de sesión quería saber si yo también opinaba que un conferenciante debiera ceñirse al tiempo que se le ha concedido y cumplir el horario del programa escrupulosamente. No podía estar más de acuerdo con él. Cuando hubo terminado su conferencia me miró con satisfacción y complicidad desde el estrado: cuarenta y cinco minutos exactos; justo el tiempo que le habían otorgado. Lo hizo mejor que yo, que invertí cuarenta y seis minutos en la mía. Los demás conferenciantes no fueron tan cuidadosos y el público tuvo que soportar retrasos frecuentes, lo cual no agradó a los organizadores.

¿Es tan importante cumplir estrictamente con el tiempo que te asignan?

Por supuesto. A mi juicio, un orador nunca debe hablar más de la cuenta. No considero tan grave, sin embargo, hablar unos minutos menos de los acordados. Y siento que el público en general también lo percibe así. Todavía no he encontrado a nadie que haya protestado porque una conferencia resultara un poco más corta de lo previsto, sobre todo si gracias a ello se pudo dedicar más tiempo al coloquio y al turno de preguntas.

Cumplir escrupulosamente con el tiempo que se te ha concedido me parece lo correcto al menos por estas tres razones:

1Manifiesta respeto por la audiencia

Ten en cuenta que cada vez que comienza una conferencia o una presentación, el público se prepara para prestar atención y mantenerse inmóvil en el asiento durante el tiempo indicado en el programa. Un orador que incumpla ese acuerdo tácito alargándola pondrá a prueba la resistencia de los espectadores, que quizá hubieran preferido ir al cuarto de baño, salir a fumar o caminar unos pasos para desentumecer el cuerpo en lugar de seguir escuchando quince minutos más. Recuérdalo y respeta el derecho que tiene tu audiencia a descansar su mente y su cuerpo.

2Manifiesta respeto por los demás ponentes

Todos los minutos que consumas más allá del tiempo que se te asignó se los robarás a los demás ponentes. Estarás conmigo en que no es justo. ¿Alguna vez se te ha acercado el organizador de un acto para pedirte preocupado que acortes tu presentación porque los ponentes que te precedieron hablaron por demás? Si has leído El Arte de Presentar sabrás cómo solventar estos imprevistos sin mucho problema, pero esta clase de peticiones —por desgracia demasiado frecuentes— ponen en apuros a muchos todos los días. Muestra respeto por tus compañeros de programa usando sólo el tiempo que te corresponde.

3Evidencia tu profesionalidad

¿Por qué desaprovechar esta oportunidad para causar una buena impresión en quien te ha invitado a intervenir en su acto? Demuestra tu buen hacer ayudando al organizador a que todo marche como la seda y según lo previsto. Ponte de su lado cumpliendo estrictamente su programa y demuéstrale que contar contigo siempre será una buena decisión.

Y para terminar, de regalo, un truco efectista: programa un cronómetro con cuenta atrás justo al comenzar tu presentación y termina unos segundos antes de que suene la alarma. El timbre que señalará el final de tu intervención tomará por sorpresa a tu audiencia, que reconocerá con un aplauso mayor tu dominio sobre el tiempo escénico.

[Aprende cómo adaptar tu presentación a cualquier límite de tiempo con nuestro curso de Comunicación con Impacto.]

DIÁLOGO ABIERTO

Y tú, ¿conoces exactamente cuánto dura tu presentación? ¿Sabrías acortarla o alargarla si te lo pidieran de repente?

[Créditos: Time management, de Shutterstock.]