En el equipo de formación de El Arte de Presentar nos dedicamos a enseñar un método de creación de presentaciones. Hace años encontramos que la mayoría de los comunicadores diseñaban sus actos de comunicación de forma anárquica. Principalmente, carecían de pautas o procesos claros y concretos que asegurasen una cierta homogeneidad en sus presentaciones y alta probabilidad de lograr los resultados deseados. El método que explicamos en nuestros cursos, en El Superhéroe de las presentaciones y en El Arte de Presentar, fue concebido y desarrollado para colmar esa laguna.

Teniendo en cuenta lo anterior, os hago algunas preguntas para estimular el debate:

  • ¿Aplicar un método para crear presentaciones mata la espontaneidad?
  • ¿Se esclaviza quien, enfrentado al reto de comunicar, decide seguir unas pautas?
  • ¿Son las presentaciones actos de comunicación fundamentalmente libres?
  • ¿Son las presentaciones actos de comunicación no libres?
  • ¿Son las presentaciones actos de comunicación participativos (democráticos, si se quiere, y perdón por usar el término fuera del ámbito de los procesos políticos de decisión)?
  • ¿La audiencia debe ser libre para expresarse de cualquier manera y en todo momento durante una presentación?
  • ¿Se convierte en un «dictador» el presentador que controla y limita la expresión libre de su audiencia?

Reconozco que plantear este debate utilizando palabras como «mata», «esclaviza», «libre», «democrático» o «dictador» resulta excesivo. No os engaño: lo hago con intención de provocar un poco de discusión. En modo alguno me parece que en la relación del presentador con su audiencia esté en peligro el derecho a la libertad de expresión. No obstante, cualquiera que hable en público habitualmente se da cuenta muy pronto de que es necesario aprender a gestionar bien la participación del público y contar con respuestas claras a estas preguntas:

  • ¿Permito que mi audiencia interrumpa mi presentación en cualquier momento?
  • ¿Permito que me audiencia plantee reflexiones o sólo preguntas?
  • ¿Interrumpo a un espectador que pide la palabra para hacer una pregunta, pero que en realidad suelta su propio discurso?
  • ¿Es mejor aceptar preguntas en cualquier momento o limitarlas a los minutos del turno de preguntas, al final de mi intervención?
  • ¿Puedo y debo llevar la contraria a alguien que exprese una opinión opuesta a la que pretendo argumentar, o debo aceptarla porque «todas las opiniones son respetables»?

Os animo a que opinéis y aportéis vuestras propias preguntas. El intercambio de ideas siempre resulta enriquecedor. Adelante. Tenéis la palabra.

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DIÁLOGO ABIERTO

¿Tus presentaciones son «democráticas» o más bien «autoritarias»?

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