Quienes hablamos en público con frecuencia sabemos que el cuerpo es un instrumento de comunicación compuesto de múltiples partes que actúan conjuntamente en la transmisión de nuestro mensaje. Todas ellas —las manos, los brazos, el torso, las expresiones faciales, la forma en que permanecemos de pie o en que nos movemos por la escena, etc.— nos ayudan a cumplir nuestra misión, y cuando por alguna razón algo las constriñe, sentimos nuestras facultades disminuidas y nuestra eficacia mermada. Pensamos que hablando de pie llegaremos mejor al público y por eso evitamos hablar sentados. Sin embargo, a menudo nos encontramos en circunstancias en que esto no es posible. ¿Qué podemos hacer?

Imagina que el acto en que intervienes se está grabando en vídeo y que el operario de cámara te pide que hables sentado —como lo ha hecho el resto de los ponentes del coloquio— porque es mejor no cambiar el plano de la cámara durante la grabación o porque los únicos micrófonos están fijados a la mesa (y olvidaste traer tu inalámbrico). A veces, simplemente, se espera que hables sentado porque en el acto en que intervienes quedaría raro hacerlo de otro modo. Sean cuales sean las circunstancias, opino que hablar sentado tras una mesa no tiene por qué perjudicarte. Aquí tienes mis consejos para hacerlo bien.

1Piensa en llegar más y más lejos

Que tu actitud exprese un deseo aún mayor que el habitual de volcar tu comunicación hacia delante, lejos, fuera de ti. Pensando de esta manera tu capacidad de comunicación saltará con facilidad por encima de cualquier mesa que se interponga entre tú y tu audiencia.

2Eleva el asiento de la silla todo lo que puedas

Como referencia, suelo recomendar que el borde de la mesa quede a la altura de la cintura. Si es necesario, pide un cojín o una silla más alta. Siéntete alto. Que se te vea bien. Que la mesa no te tape.

3Comunica con todo el cuerpo

Por poco que te guste hablar sentado, tendrás que admitir que sigues disfrutando de total libertad de cintura para arriba. Usa los mismos recursos no verbales que utilizarías de pie, y aún con más intensidad. Mueve los brazos por encima de la superficie de la mesa. Dibuja gestos en el aire con las manos. Ilumina tu rostro con las expresiones de tus ojos. Agáchate para susurrar secretos al micrófono. Yérguete para que tu voz llegue potente y clara hasta el último espectador de la sala. Gírate hacia un lado para formular una pregunta a una parte del público. Reclínate en la silla para escuchar una opinión. Siéntate en el borde de la silla cuando la emoción te empuje. En definitiva, entrégate a tu audiencia igual que lo harías de pie.

Me dirás que tu responsabilidad como orador profesional es brindar a tu cliente tu mejor actuación, y que por ello lo correcto es negarte a hablar sentado y convencerle de que debes hacerlo de pie, pero recuerda: el cliente tiene sus motivos para pedírtelo, ¿o es este un caso —la excepción que confirma la regla— en que no tiene la razón?

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DIÁLOGO ABIERTO

¿Qué haces cuando un cliente te pide que presentes sentado?

[Créditos: “Sitting” diseñado por Hadi Davodpour.]