La semana pasada tuve el placer de estrenar en exclusiva para un destacado cliente de El Arte de Presentar un nuevo curso de magia fácil para comunicadores, que pronto figurará en nuestro catálogo general. Si por lo común hablar en público basta para provocar una marea de nervios e inseguridad, imagina, amigo lector, sumar la tensión de parecer convincente mientras ejecutas (a la vez que ocultas) maniobras secretas.

Como todo lo que tiene que ver con actuar ante personas, esto se logra con práctica y ensayo, si bien ser capaz de manejar diestramente a los espectadores pasa a ser fundamental. ¿Cómo evitar que pongan en duda tus palabras y que te desafíen? ¿Cómo mantener su interés en todo momento para que no se distraigan? Como ves, las dudas que asaltan al ilusionista y al comunicador difieren poco. Las preguntas que me hacían los alumnos del curso no podían ser más pertinentes. Respondí de la forma más directa y concisa que supe: “Hay que transmitir autoridad”.

El comportamiento de los seres humanos es mucho más inconsciente de lo que a menudo nos gusta reconocer: apenas tardamos unos segundos en examinar el porte de una persona y decidir que puede merecer la pena escuchar al menos los primeros minutos de su intervención; por el contrario, nos basta oír duda y vacilación en la voz de un ponente para levantar enseguida la mano con una pregunta difícil o entender que será más provechoso contestar el correo electrónico mientras siga hablando. ¿Qué podemos hacer quienes hablamos en público para contrarrestar los procesos casi inconscientes por los que nuestra audiencia toma estas decisiones? Transmitir autoridad. ¿Y eso cómo se hace? ¿En qué consiste? Y, más importante aún: ¿se puede aprender?

Te ofrezco unas ideas a vuelapluma que espero te animen a reflexionar. Meditar estas cuestiones es parte imprescindible del trabajo interior del comunicador, a lo cual dedicaré algunos artículos próximamente.

Transmites autoridad cuando demuestras:

  • que dominas el asunto del que hablas. La duda, la contradicción, y la inconcreción debilitan cualquier discurso y provocan desinterés o preguntas afiladas en los públicos exigentes, quienes, por el contrario, escucharán con atención a quien transmita seguridad y aptitud.
  • que dominas el espacio en que te mueves.
  • que sabes gestionar la relación con tu audiencia, especialmente su capacidad de atender, sus preguntas y sus interrupciones.
  • que eres digno de respeto y atención, y esto es algo que en gran medida no se transmite sólo con palabras, sino casi principalmente con tu prosodia y tu lenguaje no verbal.

Te ruego que no entiendas la palabra autoridad como sinónima de agresividad u hostilidad. Nada más lejos de mi intención. Espero que el siguiente ejemplo ilustre lo que he querido explicar. Imagínate a la difunta madre Teresa de Calcuta, anciana, frágil y diminuta, dirigiéndose a los representantes de la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York. ¿Acaso su autoridad como comunicadora emanaba de su actitud agresiva? A eso me refiero.

Comunicas con todo tu ser. ¿Quieres aprender a comunicar autoridad tanto con tu voz como con tu lenguaje no verbal? Apúntate a nuestros próximos cursos de Exposición Oral con Impacto.

DIÁLOGO ABIERTO

A tu juicio, ¿en qué otros aspectos reconocemos la autoridad de un comunicador cuando nos habla?

[Créditos: A wolf in sheep herd, de Shutterstock.]