“Desde lo alto de un cocotero, un mono arrojó un coco sobre la cabeza de un sufí. El hombre lo recogió, bebió el dulce jugo, comió la pulpa y se hizo una escudilla con la cáscara.”
―Anthony De Mello, “El canto del pájaro”
A ver, di la verdad. Cuando alguien ha hecho una presentación horrible y te pregunta qué te ha parecido, ¿cuántas veces se lo dices a la cara? No sé tú, la mayoría de la gente responde con un poco efusivo “muy bien, muy bien, me ha encantado”, sin atreverse a expresar su verdadera opinión: “Vaya mierrrrrrda de presentación. Macho, dedícate a otra cosa porque da pena verte”. Hace falta mucho coraje para decir lo que uno piensa de veras, ¿verdad? Y no digamos ya si quien te pide tu opinión es tu jefe. Tenemos mucho miedo a quedar mal.
¿Te has parado a pensar que si tú no dices a otros ponentes lo que de verdad piensas de ellos, resulta que tampoco nadie te dice a ti la verdad? Así que como ponente te enfrentas a un grave problema: ¿cómo recibir retroalimentación sincera de la audiencia? Es triste admitirlo: caminas por el mundo sin saber si lo haces bien o si lo haces mal. Las salas de conferencias rebosan de ponentes que creen que lo hacen muy bien porque nunca nadie se atrevió a decirles que lo hacen muy mal ni mucho menos cómo hacerlo bien. Ni decimos la verdad ni queremos oírla. No nos atrevemos a lanzar cocos sobre la cabeza de los demás ni queremos que nos los lancen.
Las encuestas al uso sirven de bien poco
Seguro que más de una vez has rellenado esos cuestionarios que se pasan en los eventos para calificar la actuación de los ponentes. No sé quién diseña esas preguntas, porque la verdad es que parecen pensadas para no extraer información valiosa alguna. La más típica es la siguiente:
- Evalúa al ponente en una escala de 1 a 5
Con esas preguntas no se puede obtener retroalimentación de valor de la audiencia. ¿De qué me sirve saber que mi nota media ha sido un 2 sobre 5 si nadie me explica por qué me han dado una puntuación tan baja? Y si mi nota ha sido de 4,9 sobre 5, ¿cómo sé qué es lo que ha gustado tanto para poder repetirlo? ¿Cómo se compara mi nota con la de otros ponentes del evento?
Scott Berkun propone en su libro “Confessions of a Public Speaker” otro tipo de preguntas más acertadas para proporcionar retroalimentación valiosa:
- ¿Qué cambio mejoraría drásticamente mi presentación?
- ¿Qué cuestión esperabas que mi charla respondiera y quedó sin respuesta?
- ¿Qué hice que impidió que pudiera ofrecerte lo que de verdad necesitabas?
- ¿Consideras que asistir a esta charla ha supuesto un buen uso de tu tiempo?
- ¿Recomendarías esta presentación a otros?
- ¿Harás algo diferente a partir de ahora como resultado de esta presentación?
- ¿Te sientes motivado o inspirado tras la charla?
Siempre puedes preguntar directamente a miembros de la audiencia y cuando te respondan que “lo has hecho muy bien”, agradéceselo y pídeles que te expliquen cómo podrías mejorar tu charla la próxima vez. No dejes que la conversación muera ahí: dales tu tarjeta de visita y anímales a que te escriban con sugerencias de mejora, utiliza el backchannel para solicitar retroalimentación valiosa, asegúrate de que tus charlas son grabadas en vídeo y examínalas después con objetividad, a poder ser junto a una persona de confianza que aporte sus comentarios.
La retroalimentación proveniente de los demás traza la vía rápida hacia nuestra mejora. Aunque nos duela, necesitamos recibir esos cocotazos. Sin crítica sincera no puedes crecer.
Entradas relacionadas
Sal de tu zona de confort y presenta como nunca
Si puedes medirlo, puedes mejorarlo: la importancia del post-evento
45 preguntas que deberías hacerte tras tu presentación
Diálogo abierto
¿Dices la verdad a otros ponentes? ¿Te la dicen a ti? ¿Cómo puedes saberlo? ¿Qué preguntas crees que deberían hacerse en los cuestionarios de evaluación?
En la página de Berkun encontré este método para recabar opinión de la audiencia. Nunca lo he visto en una presentación, pero sería una buena idea, ¿no crees?
http://www.speakerconfessions.com/2009/06/instant-feedback-for-speakers/
Hoy precisamente recibí este correo de parte de mi cuñado Plutarco, que decía sí:
pedro:
ahí te envío las diapositivas de mabel para la defensa de su tesis doctoral.
espero tus comentarios y sugerencias.
gracias
plu
Yo le respondí así: Una sola palabra: HORRIBLE, cruza para acá cuando puedas…
Yo he aprendido a través de los años decir a decir la verdad, sin importarme que podrán decir, es mejor así, es decir ser sincero. Con eso contribuimos a despejar del mundo las malas presentaciones.
Qué razón tienes. Con los años cada vez te importa menos lo que opinen los demás de ti. Aun así, que difícil ser franco cuando te piden tu opinión sincera. Es algo en lo que tenemos mucho trabajo por delante.
Muchas gracias por tu historia 🙂
Hola Gonzalo, bueno primero que todo me alegro que estés de vuelta con tu blog, espero hayas disfrutado tus vacaciones estaba extrañado de tu ausencia….ahora mi opinión respecto a tu entrada; es muy cierto que a veces no encontramos quien nos dé una opinión sincera de nuestro trabajos, pero lo que me ha pasado desde la docencia es que cuando se hacen esas críticas para mejorar el trabajo de los alumnos es que no están muy dispuestos a escucharlas o a aceptarlas y quizá esto sea un común para todos, cuando encontremos esa persona que nos hable con sinceridad…estaremos dispuestos a escucharlas y aceptarlas?….Buen día.
Gracias por tu interés, de vez en cuando me tomo mis respiros 🙂
Tan difícil es decir la verdad a los demás como escucharla de los demás cuando nos la dicen. Al final terminamos viviendo en una gran mentira, en la que por mor del buenrrollismo, por no hacer daño, por quedar bien, por ser guay, etc. nadie dice ni escucha la verdad 🙁