Leyendo estos días el inspirador libro El poder de las relaciones escrito por el experto en liderazgo John C. Maxwell, me he encontrado con esta reveladora carta escrita por una hipotética audiencia a un orador que sufre el azote de un ego inflado.
He querido compartirla, porque a todos nos hará reflexionar si tenemos la valentía de vernos reflejados en ella en mayor o menor medida.
Querido Orador Público,
Tu ego se ha convertido en un muro entre tú y yo. Yo no te preocupo realmente, ¿verdad? A ti sólo te preocupa si tu presentación está saliendo bien o no… si estás haciendo o no un buen trabajo. Lo que realmente temes es que no te aplauda, ¿verdad? Temes que no ría tus gracias ni derrame una lagrimita con tus emotivas anécdotas. Estás tan cegado por cómo voy a acoger tu presentación, que no has pensado en mí en absoluto. Podrías haberme conquistado, pero tú estás tan pagado de ti mismo que yo te resulto innecesario. Si no te presto mi atención es porque me siento de sobra aquí.
Cuando te veo con el micrófono, veo a Narciso en su espejo… ¿Está tu corbata derecha? ¿Está tu peinado en su sitio? ¿Es tu apariencia impecable? ¿Es tu fraseología perfecta?
Pareces tener el control de todo menos de tu audiencia. Lo ves todo, excepto a nosotros. Pero mucho me temo que tu ceguera hacia nosotros nos ha vuelto sordos hacia ti. Debemos irnos ahora. Lo siento. Llámanos algún día. Volveremos a ti… cuando seas suficientemente real como para vernos… después de que tus sueños se hayan hecho añicos… después de que se te haya partido el corazón… después de que tu arrogancia se las haya visto con la desesperación. Entonces habrá sitio para nosotros en tu mundo. Ya no te importará si hemos aplaudido tu brillantez. Serás uno de nosotros.
Entonces derribarás el muro de tu ego y usarás esas mismas piedras para construir un puente de relación entre nosotros. Nos encontraremos sobre ese puente. Entonces te oiremos. Te comprenderemos porque nos habrás comprendido.
Tu Audiencia
Entradas relacionadas
No conviertas tu presentación en una sesión de karaoke
La Maldición del Conocimiento: cuanto más sabes, peor te explicas
La Crisis Ninja o cómo sintonizar con la audiencia
REFLEXIÓN ABIERTA
¿Se interpone tu ego entre tu audiencia y tú? ¿Piensas más en ti mismo que en tu audiencia? ¿Quieres ser tú el protagonista a toda costa? Antes de que te lances a aplicar el contenido de esta carta a tantas y tantas personas que ves reflejadas en ella, ¿podrías aplicártelo a ti?
Qué tal Gonzalo? Ayer pude padecer de una de esas presentaciones que hay que padecer para darse cuenta de lo que nunca hay que hacer ante una audiencia, fue en la inauguración de un máster en estrategía en la universidad de Valencia, no tengo nada contra el orador, pero me estuve acordando de ti a los 5 primeros minutos, trasnparencias sin sentido, mucho texto, lectura estilo » esto es un medicamento…», consecuencia a los 10 minutos la audiencia desconectó, empezó a mirar relojes, a abrir la boca,…
Estuve a punto de proporcionarle el blog pero creo que no era lo correcto.
Un saludo, Phoenix.
Interesante reflexión.
Aprovecho tu post para enlazar y recuperar un tema del que hablamos hace algún tiempo: las presentaciones y el Storytelling.
A menudo olvidamos que una presentación es un acto público que se efectúa en directo. Es decir, que lo llevamos a cabo frente a nuestra audiencia en tiempo real, tomándole el pulso (o pudiendo hacerlo) a cada momento.
Y ahí es donde, como señalas con tanta precisión, interviene una parte fundamental del Storytelling: el Storylistening (a nosotros nos gusta llamarlo así).
Si queremos conectar con la audiencia, debemos entender cómo se encuentra y qué siente. Eso sólo lo podemos hacer escuchándola, sin juzgarla en un sentido u otro.
A partir de esa información sabremos si es mejor seguir por el camino en que nos encontramos o el discurso necesita una reorientación.
Si nuestra historia es sólida y coherente, este tipo de cambios no la afectará, al contrario: derivará en un discurso fresco, en una imagen de nuestra presentación más cercana, pues estaremos mostrando a nuestros oyentes lo que somos desde un ángulo más accesible.
Creo que esta carta debe ser leída por todos los que hablamos en público. Lo hagamos mucho o poco, siempre estamos en peligro de olvidarnos que nuestra misión es servir a quienes nos han regalado su tiempo.
Cuando comenzaba a hablar frente a las personas, me di cuenta de cómo yo quería ser el protagonista, en algo muy simple: Cuando veía poca asitencia, pensaba para mí si valía la pena hablar sobre lo que iba a hablar para tan pocos… y me pregunta si podría cambiar mi tema con algo más «liviano», para dejar mi supuesta gran presentación para cuando hubiera más gente…
Tiempo después aprendí el valor que cada oyente tiene, y mi misión es servirle a él (o ella) que ha decidido regalarme algo muy valioso: su tiempo.