Contar chistes es consejo muy viejo y conocido para que quienes hablan en público se congracien rápidamente con su audiencia. Sin embargo, cualquiera que lo haya intentado conoce el riesgo que entraña: cuentas un chiste o sueltas una broma con la intención de resultar ingenioso y nadie se ríe, se hace un silencio tan denso que se puede cortar con un cuchillo, y te apresuras a «correr un tupido velo» continuando con tu exposición como si nada hubiera ocurrido. Este tipo de experiencias, desgraciadamente conocidas por quienes presentamos con asiduidad y alguna vez hemos intentado ser graciosos, no invalidan el consejo que encabeza el artículo. A riesgo de sonar cursi, creo que es verdad que la distancia más corta entre dos corazones es la línea curva de una sonrisa, y por esa razón cualquiera que exponga ideas y mensajes a otras personas hará bien en investigar la mejor forma de añadir humor a sus presentaciones al menos por dos razones:
El humor desarma las defensas de la audiencia
Es normal que la actitud de tus oyentes sea defensiva al comienzo de una presentación. A fin de cuentas, tu objetivo como comunicador será presentarles una información que los persuada a actuar como tú quieres. Así planteado, el acto de comunicación se parece bastante a un enfrentamiento, lo cual no te conviene en absoluto. Usa el humor para demostrar a tu audiencia que, lejos de ser un adversario, estás en su mismo bando.
El humor te ayuda a conectar con las personas
La risa y la diversión son ingredientes principales de cualquier relación de amistad. Utiliza el humor para acercarte al corazón de tu audiencia y construir una relación de cordialidad a lo largo de tu presentación.
No obstante, nuestros intentos fallidos deberían servir para recordarnos que utilizar el humor en público cuando uno no es cómico profesional o gracioso por naturaleza no es nada fácil. Con frecuencia imparto programas de formación con mi buen amigo, ahora también autor de éxito, el Mago More. Al ser un excelente cómico profesional, a More le bastan pocas palabras para meterse en el bolsillo a cualquier audiencia en menos de un minuto. Su talento —fruto de la experiencia, no nos engañemos— no deja de sorprenderme. Si un día yo encontrase la lámpara maravillosa de Aladino, uno de los deseos que pediría al genio sería precisamente tener tanta gracia como el Mago More, así de sencillo. Yo no dudo que dominar el uso del humor en público me convertiría en un comunicador aún mejor, y por ello suelo tener en cuenta lo siguiente:
Comienza tus presentaciones en clave de humor
Actuando de esta manera al principio darás a tu presentación un tono más relajado y distendido que te hará todo más fácil.
Ríete de ti mismo
No te rías de otros, y mucho menos de tu público. Dirige tus bromas hacia ti mismo. Bájate voluntariamente del pedestal en que tus oyentes quizá te hayan colocado y muéstrales que eres una persona corriente.
Usa anécdotas en lugar de chistes
Contar chistes es difícil. Quizá seas una de esas personas a las que no se les da bien y envidies la facilidad que muestran otros para hacer reír. Contar anécdotas graciosas es mucho más fácil, puesto que el humor emana de las circunstancias que describes y no depende tanto de la gracia que tú tengas.
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DIÁLOGO ABIERTO
¿Y tú?, ¿usas humor en tus presentaciones? ¿Te consideras una persona simpática y lo aprovechas, o has aprendido a ser gracioso?
[Créditos: Chattering teeth ShutterStock ]
Conocer el tipo de audiencia es importante a la hora de utilizar el humor en las presentaciones, los chistes son arriesgados sobre todo si el orador no tiene un gracejo natural , las anécdotas pueden ayudar a conectar con la audiencia y si es graciosa además ayuda a que el ambiente sea mas distendido y los posibles «nervios» desaparezcan.
El humor es muy importante en cualquier presentación y en la vida misma. Si falta humor falta algo.
Se trata no de contar chistes sino de romper el hielo para que la presentacion sea más distendida y así conectar con la gente y que no sea una charla pesada
Hola, Juan. Nunca llueve a gusto de todos, ¿verdad? También conozco a otros conferenciantes y profesores a los que les han hecho observaciones parecidas. «Mucha guasa y broma, pero poca chicha». Quizá en el punto medio esté la virtud. ¿Cuál es ese punto medio? Pues quizá dependa de cada público. Pero, yo te diría que si 24 de 25 te puntuaron con 4,7, lo hiciste muy bien y el humor ayudó. Buen trabajo.
En general, no me gusta contar chistes, aunque alguna vez lo he hecho. Creo que son bastante arriesgados, prefiero las anécdotas que resulten curiosas o graciosas. Son menos arriesgadas porque al fin y al cabo, si no hacen gracia, siempre son un ejemplo de lo que se está hablando.
Por lo general, creo que funcionan muy bien, la gente cuando lo haces suele añadir la palabra «ameno» en sus comentarios.
Como anécdota, dando un curso a 25 personas, 24 opiniones puntuaron 4,7 de media sobre 5, diciendo que les ha sido resultado muy valioso y que fue además entretenido, y una de las personas, le pareció que tanta anécdota «graciosa» no aportaba nada y calificó la charla con un 3… ¿Se puede contentar a toda la audiencia?