El miedo a hablar en público es, posiblemente, el tema que más interesa a la mayoría de los lectores de nuestro blog por todo el mundo. En su popular artículo titulado 5 técnicas para controlar los nervios ante una presentación la psicóloga Silvia Álava explica unas técnicas sencillas para dominar la ansiedad que nos suele provocar la mera idea de hablar ante una audiencia. Te animo a que lo leas; seguro que te resultará útil. Hoy me gustaría indagar sobre una de las trampas psicológicas que se ocultan tras este miedo tan común. Pido perdón a los psicólogos entre mis lectores por estas reflexiones de aficionado que voy a compartir y confío en que con sus comentarios benevolentes corrijan mis errores y subsanen las carencias de mi exposición.

Cuando sentimos miedo o ansiedad ante la idea de hablar delante de un público, con los ojos interiores de nuestra mente no dejamos de contemplar una y otra vez (¡a veces en un bucle sin fin!) escenas de una película de terror con un argumento simple y atrayente titulada La primera vez y la última (así fracasará tu corta carrera como orador). Para que este dramón de confección mental nos emocione, nuestra mente lo acompaña con estímulos visuales, auditivos y táctiles capaces de provocarnos taquicardias, sudores fríos y mariposas (¡más bien murciélagos!) en el estómago.

Si en la vida real un amigo te invitase a ver una película confeccionada con trozos de estrepitosos fracasos tuyos, ¿aceptarías verla? ¡Por supuesto que no! Entonces, ¿cómo es que aceptamos tan a menudo y de buen grado someternos a semejante tortura en la pantalla de cine de nuestra propia mente? Mi respuesta: no somos conscientes del momento en que nuestra mente, distraída, acepta la siniestra invitación. Para cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde y nos encontramos como únicos espectadores en una sala de cine fría y hostil cuya salida no alcanzamos a ver. Ser consciente del momento justo en que en nuestro fuero interno accedemos a entrar en semejante cámara de torturas es difícil, pues exige una calidad de la atención especial que se puede obtener tras un largo entrenamiento, por ejemplo, en técnicas de atención consciente o mindfulness. Paradójicamente, salir de esa emboscada mental resulta más fácil, puesto que las primeras sensaciones físicas desagradables producidas por la película mental que estamos viendo son una señal de alarma tan poderosa como la del mejor despertador. Así, en el momento en que tus propias ensoñaciones te perturben, parpadea varias veces, abre bien los ojos, mira a tu alrededor y sacude la cabeza como si quisieras salir de un mal sueño. Vuelve al momento presente, toma conciencia de la cálida seguridad que proporciona la realidad y, sin más, preocúpate por seguir haciendo lo único que te conviene: prepararte lo mejor que sepas para dar lo mejor de ti en el momento de tu exposición. Y de lo que suceda entonces ya te ocuparás cuando llegue el momento.

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DIÁLOGO ABIERTO

¿Qué trucos empleas para superar el miedo a hablar en público?

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