Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, los presentadores usaban transparencias simples y claras y hablaban mirando al público a los ojos. El Emperador Palpatine, celoso del éxito de las presentaciones de la Alianza Rebelde, llamó a la Estrella de la Muerte a su discípulo Darth Vader y le consultó sobre cómo atraer a los presentadores rebeldes al Lado Oscuro de la Presentación. Darth Vader meditó largamente y finalmente llegó a la solución ideal: «¡Les repartiremos punteros láser!»

Pocas herramientas después del propio PowerPoint resultan más abusadas que estas minúsculas espadas láser, para nada inofensivas.

Por qué no utilizar puntero láser en una presentación

  • El Reverso Tenebroso de la Presentación es poderoso. Debido a su facilidad de uso, uno se siente tentado de utilizar el puntero innecesariamente para señalar cada boliche y cada elemento que aparece en pantalla, especialmente cuando se está nervioso, provocando tedio y fatiga en la audiencia. Con un puntero en la mano, debe ejercerse un poderoso autocontrol para no caer en este vicio irritante.
  • Cuando se está señalando compulsivamente cada elemento de la pantalla, el ponente se desvanece, transformándose en una voz en off que narra cada boliche o, mucho peor, los lee. La pantalla pasa a cobrar todo el protagonismo, ya que el ponente termina dando la espalda al público, limitándose a señalar y leer lo que aparece en pantalla. El puntero funciona como un ancla que amarra ponente y audiencia a la pantalla, destruyendo la magia de la presentación. ¿Se imaginan a un actor del Club de la Comedia dando la espalda al público y hablando para sí mismo?
Si señalas todo con el puntero, das la espalda al público

Si señalas todo con el puntero, das la espalda al público

  • Si la mano tiembla, el puntero amplificará estos temblores en la pantalla. El público lo percibirá y si el ponente también se da cuenta del temblor, se pondrá más nervioso todavía. Si el temblor ocurre, hay que tratar de apoyar el puntero en el cuerpo, de manera que se disminuyan los movimientos. O mejor aún, apagar el puntero y olvidarse de él.
  • Algunos oradores mantienen el botón presionado todo el rato y pasean inadvertidamente el haz por toda la sala, obligando al público a seguir hipnóticamente sus evoluciones por techo y paredes o a esquivarlo cuando se dirige a sus ojos.
  • Resulta casi imposible sustraerse a la tentación de juguetear con los objetos que tenemos en la mano. Sobre todo si se está nervioso, uno puede involuntariamente darle vueltas entre las manos, estrujarlo o, en el colmo del paroxismo, hacerlo girar al extremo de la cadenita.
  • Por último, si el ponente justificadamente necesita un puntero para señalar las distintas partes de una transparencia, entonces ésta es demasiado complicada y no se ha hecho un uso correcto de la simplicidad, la animación, la segmentación u otros principios básicos de diseño que garantizan la fácil comprensión de las transparencias y vuelven innecesario el uso de punteros.

No uses puntero láser. Y si de verdad crees necesitar uno puntualmente, tómalo, úsalo y déjalo donde estaba.

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