La inversión en formación que realizan las empresas en España es enorme. En El Arte de Presentar nos consta que es así, puesto que llevamos cerca de una década impartiendo cursos de formación a todo tipo de organizaciones y la demanda no deja de crecer. A menudo, y especialmente en el ámbito de lo que se conoce como soft skills, a las empresas no les resulta fácil medir el retorno obtenido con dicha inversión. Por desgracia, es habitual que muchas de las personas que reciben un programa de formación sigan actuando como siempre y no apliquen lo aprendido. Como formador en técnicas de comunicación y uso avanzado de PowerPoint para presentaciones, me apena que los contenidos eminentemente prácticos que reciben los participantes de nuestros cursos no los ayuden a mejorar por falta de aplicación.  Las razones —¿pretextos, quizá?— son numerosas y analizarlas excedería con creces el propósito de este artículo. Hoy quiero, no obstante, referirme a algunas de las circunstancias cotidianas que te están impidiendo mejorar como comunicador y sugerir soluciones.

Las prisas y el ritmo frenético del día a día
Todo el mundo se queja de lo mismo con estas palabras u otras parecidas: «Sí, lo que habéis explicado está fenomenal, pero a mí me encargan que diseñe presentaciones de un día para otro, y con esas prisas no me queda más remedio que hacer lo de siempre». Evidentemente, haciendo lo de siempre es imposible mejorar. Eso tiene que cambiar. La solución, a mi juicio, consiste en un cambio de actitud que obligue a la empresa a plantearse dos cosas. La primera: ¿realmente es necesario crear un nuevo PowerPoint cada vez que se quiere comunicar algo? ¿Acaso no bastaría con repartir un documento impreso o enviar un archivo por correo electrónico? Me temo que la costumbre es la madre de demasiados PowerPoint totalmente innecesarios. La segunda: hay que descartar las prisas y la urgencia en la medida de lo posible. Las prisas no son buenas para nada. Son incompatibles con la excelencia y fomentan la mediocridad. Y suelen ser hijas de la desorganización. Si realmente aspiramos a la excelencia, permitamos a nuestros empleados producir trabajo excelente.

«Aquí siempre se ha hecho así»
Me sigue dejando perplejo que una empresa invierta una fortuna en enseñar a sus empleados a trabajar de forma distinta y que sus directivos esperen que nada cambie. «Esto está muy bien, pero yo conozco a mi jefe y sé que me va a pedir lo de siempre: un PowerPoint lleno de datos y de información», me suelen explicar durante los descansos de los cursos. «Entonces, lo que le hace falta a tu jefe quizá sea un Excel, un documento impreso o, simplemente, mostrar distintos archivos en una pantalla», respondo yo. Por supuesto, cada uno conoce las preferencias de la persona a quien reporta, pero hay que atreverse a mejorar. Poco a poco, de forma gradual y decidida. Y esta apuesta por la transformación debe alcanzar a toda la organización; de lo contrario, estaremos perpetuando formas de trabajar obsoletas y mejorables.

¿Qué otro consejo puedo dar para derrotar a las circunstancias y mejorar poco a poco como comunicador? Definitivamente, el más poderoso que conozco: este truco de cómicos y humoristas que explico en todos mis cursos.

[ Aprende a crear presentaciones profesionales excelentes en nuestro curso de Superpoderes del PowerPoint. ]

DIÁLOGO ABIERTO

¿Y a ti qué circunstancias cotidianas te impiden mejorar aplicando lo que aprendes en cursos de formación?

[Créditos: Imagen de cabecera diseñada  para este artículo con elementos de Ingimage]