Describen los hermanos Heath en su libro “Pegar y pegar” un sencillo experimento psicológico en el cual a los sujetos se les asignaba uno de sendos roles: “tamborileros” u “oyentes”. Los tamborileros recibían una lista de 25 canciones muy conocidas, como “Cumpleaños Feliz”. A cada tamborilero se le solicitaba que eligiera una canción y tamborileara golpeando con los dedos sobre la mesa el ritmo de la misma a un oyente. El trabajo del oyente consistía en adivinar la canción, basándose en el ritmo siendo tamborileado.
Durante el curso de los experimentos, se llegaron a tamborilear 120 canciones. Los oyentes adivinaron solamente el 2,5% de las canciones: 3 de 120. Para hacer el experimento más interesante, antes de que los oyentes dijeran el título de las canciones, se les pidió a los tamborileros que predijeran la probabilidad de que los oyentes las adivinasen. Aseguraron aquéllos que la probabilidad sería del 50%. Sin embargo, aunque los tamborileros predijeron que conseguirían hacer llegar su mensaje 1 de cada 2 veces, solamente lo consiguieron 1 de cada 40. ¿Por qué este fracaso tan estrepitoso?
Cuando el tamborilero tamborilea, oye la canción en su cabeza. En el experimento, los tamborileros se quedan estupefactos al comprobar lo difícil que les resulta a los oyentes adivinar la canción. ¿No es la canción evidente?
El problema radica en que los tamborileros han recibido información (el título de la canción) que vuelve imposible para ellos imaginarse lo que es carecer de esa información. Se trata de la «Maldición del Conocimiento».
Una vez que conocemos algo, nos resulta muy duro imaginarnos cómo era no conocerlo
Hemos sido “malditos” por el conocimiento. En consecuencia, se nos hace difícil compartir nuestro conocimiento con otros porque somos incapaces de re-crear el estado mental de nuestra audiencia. Cuando presentamos, a menudo está sonando en nuestra cabeza una melodía que la audiencia no puede escuchar. Como en el experimento de los tamborileros y oyentes, existe un desequilibrio insalvable entre la información en poder de unos y de otros, lo que imposibilita la comunicación.
Si das por hecho que la audiencia posee la misma información (o el mismo conocimiento) que tú y no es así, no lograrás conectar con ella. Este es el problema de la mayoría de oradores que saben tanto sobre un tema que terminan quedándose solos cuando hablan sobre él: han olvidado cómo era vivir sin ese conocimiento que ahora dominan, han perdido la capacidad de empatía, es decir, de ponerse al mismo nivel que el otro.
Cómo exorcizar la Maldición del Conocimiento
Los hermanos Heath proponen en su libro seis principios para combatir la Maldición del Conocimiento y conseguir que tu mensaje llegue a la audiencia:
- La idea debe ser simple
- La idea debe ser inesperada
- La idea debe ser concreta
- La idea debe ser creíble
- La idea debe ser emotiva
- La idea debe contar una historia
Si nuestra presentación adopta estos principios, estaremos más cerca de haber roto la Maldición del Conocimiento que pesa sobre nosotros por el mero hecho de ser expertos en un tema.
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Justo esta semana comencé a delegar cierto conocimiento a mis compañeros, justo antes de iniciar este tipo de delegación me topo con la encrucijada de ¿desde dónde empiezo?, ¿qué pasa si me falta información?, ¿podré transmitir lo que realmente quiero que aprendan?. Un a habilidad muy pero muy difícil si no tomamos el tiempo de prepararnos en estas características que nos complementan como buenos profesionistas, no solo preocuparnos de adquirir más conocimiento, sino aprender a saber como retransmitirlo para poder avanzar con otras cosas (DELEGAR)
Qué razón tienes. No solo basta con saber, sino que además es necesarios saber comunicar ese saber. Ya se atribuye a Aristóteles la frase: «Tan importante como la idea misma es saber contarla».
He llegado a leer mi propia vida escrita en esta publicacion… en ocasiones siento que ofendo al tratar de hacer entender algo porque las personas terminan pensando que uno les esta diciendo que son «estupidos» -indirectamente- se puede estar hablando sobre algun tema especifico pero se termina por observar el rostro de las personas al tratar de comprender o querer interactuar sobre algo que no tienen ni la mas minima idea, y cuando se les traba de bajar a cierto nivel de lenguaje, mas aceptable o conocido por ellos, terminan hablando algo que creyeron escuchar y que realmente no tenia relacion y vengo a terminar yo con la expresion O__o y me atrevo hasta preguntarles… ¿que es lo que entendieron o pensaron hace un momento? … O__o
Te entiendo perfectamente. En mi caso, estudié ing. sup. de telecomunicación y luego hice un doctorado en informática. Me tomé muy en serio lo de comunicar mi conocimiento y aprendí a divulgar. Con esfuerzo por nuestra parte, todos podemos hacernos entender, da igual lo técnico que sea nuestro conocimiento. Ánimo. No prives al mundo de las perlas de sabiduría que puedes regalarles. ¡Deja atrás la maldición del conocimiento!
Hay muchas profesiones que necesitan un upgrade. La docente es una de ellas. Las técnicas o tecnológicas le siguen de cerca, sobre todo cuando tienen que reportar información a personas no técnicas que necesitan comprender el mensaje y tomar decisiones con esa información: estoy pensando en los analistas digitales, mi ecosistema profesional actual. El momento de la presentación de datos al cliente es crucial, pero es peculiar, porque no es una presentación estática de una foto: es más como entrenar pilotos para que sean capaces de leer el mando de un avión. ¿No crees Álvaro que en este caso una presentación, aunque memorable, es más un mensaje unidireccional que una relación entre presentador (analista) y público (cliente)? Desde que estoy indagando en Storytelling y cómo aplicarlo en entornos de innovación o cambio, estoy repensando mucho lo aprendido hasta ahora. Un saludo.
Para nosotros, del lado informatico, no es dificil y ya habitual el tener que lidiar con esta maldicion… y como respuesta que recibimos en multiples ocasiones es… «ustedes solo frente a la computadora pasan» por eso saben bastante… las personas no tecnicas o como diriamos, «las personas de a pie» no estan teniendo ninguna educacion tecnologica por lo que se van perdiendo la comunicacion a la hora de tratar temas actuales, o mas cuando se esta rodeado de otros tipos de sectores, un informatico darle charla de informatica a un grupo de licenciados o administradores es como contar cada segundo perdido porque la ideologia de ellos es totalmente distinta, (para eso como algo ocurrido, los licenciados solo dirian, es politica todo, lo demas no es interesante)
Me ha encantado el post. El mejor ejemplo lo sufrí en la Universidad, con los mayores «sabios». Eran sin duda los peores profesores. En muchos casos hay que saber lo justo e incluso ser el «alumno guía» que aprende con los alumnos.
Sí, creo que todos lo hemos sufrido especialmente en la Universidad. En clase yo me juraba que si algún día era profesor, jamás lo haría así. En parte, ahí reside el germen de El Arte de Presentar: una reacción contra las presentaciones que sufrí.
Lo mismo ocurre cuando uno escribe un texto (sea una historia, un informe, un ensayo…). Cuando uno relee lo que ha escrito está ‘leyendo’ mucho más de lo que aparece en el papel y va completando una lectura en su mente en la que se reunen datos, experiencias, ideas, etc. que no están en la letra impresa. Muchas veces nos llevamos sorpresas ante los comentarios que los demás hacen de nuestros escritos y entonces empezamos a explicar esto y aquello para forjar una nueva imagen en el lector… Pero no nos engañemos, el lector lee lo que está escrito, ni más ni menos, y se hace una representación acorde a su propia experiencia. Lo cual me trae a la cabeza aquella sentencia de que un programa de ordenador ejecuta lo que se ha escrito y no lo que uno quiere (algo que todos los que han programado conocen de primera mano). En definitiva, si queremos conectar con la audiencia hay que hacer un esfuerzo muy grande por simplificar, por destilar el mensaje hasta que este coincida con nuestro discurso. Ello exige tiempo, exige pensar muy bien lo que se quiere ddecir, cómo decirlo. Por ello, la consigna es ensayar, ensayar, ensaya. Y si la presentación es importante, ensaya con un colega, con alguien que escucha lo que dices (no lo que crees que dices) y que ve los que hay en la pantalla (no lo que tu crees que está en la pantalla).