Según la tradición judeocristiana, se define el pecado como la violación de una relación, la ruptura de un contrato, la traición de un tratado solemne. Aristóteles abunda en el asunto desde una perspectiva profana en su “Ética a Nicómaco”, aduciendo que un pecado representa una tendencia excesiva en una dimensión de la acción o del pensamiento, mientras que el comportamiento sano y virtuoso reside en encontrar el equilibrio correcto entre los extremos.
La presentación como contrato con el público
Cuando presentamos realizamos un contrato implícito con el público, establecemos una suerte de breve relación temporal, firmamos un tratado solemne. Su texto invisible pero tácito sostiene que transmitiremos una idea clave sobre un tema de interés durante el tiempo asignado con un lenguaje claro adaptado a la audiencia para su propio beneficio. Por desgracia, con frecuencia alarmante, pecamos. ¿De qué manera?
Los siete pecados capitales al presentar
Jerry Weissman glosa en su libro “Presenting to Win” cinco pecados capitales a los que tristemente sucumben la mayoría de presentaciones. Yo me he tomado la libertad de añadir otros dos para redondear la cifra:
1. Carecer de una idea clara
La audiencia abandona la sala preguntándose acerca de qué trataba la presentación. Cuántas veces no te habrá ocurrido sentarte durante toda una presentación para al final terminar preguntándote: “¿Cuál era el mensaje?”.
2. Carecer de un beneficio para la audiencia
La presentación fracasa en mostrarle a la audiencia cómo puede beneficiarse de la información vertida. Cuántas veces no te habrá ocurrido sentarte durante una presentación sin parar de preguntarte: “¿Y a mí qué?”.
3. Carecer de un orden claro en las ideas presentadas
La secuencia de ideas es tan confusa que deja a la audiencia perdida, incapaz de seguir el hilo. Cuántas veces no te habrá ocurrido sentarte durante una presentación y, en determinado punto, decirte: “¡Espera un momento! ¿Cómo ha llegado hasta ahí?”.
4. Proporcionar excesivo detalle
Se presentan tantos datos y hechos, incluyendo aquellos que resultan excesivamente técnicos o irrelevantes, que la idea principal queda oscurecida. Cuántas veces no te habrá ocurrido sentarte durante una presentación y, en determinado punto, preguntarte: “¿A qué viene eso?”.
5. Extenderse excesivamente
La atención de la audiencia decae y ésta se aburre antes de llegar al final de la presentación. ¿Cuántas veces en toda tu carrera profesional has asistido a una presentación que te resultara demasiado corta?
6. Leer las transparencias
Leer las transparencias delante del público durante una conferencia constituye posiblemente el comportamiento más irritante que un conferenciante puede exhibir. Cuántas veces no te habrá ocurrido sentarte durante una presentación y, después de la segunda transparencia, pensar: “¡Eh! ¡Yo también sé leer!”.
7. Abusar del PowerPoint
Transiciones fantasiosas, animaciones sin sentido, sonidos irritantes, clipart de mal gusto, fotografías de baja resolución, colores chillones, mal contraste, elementos decorativos sin ton ni son, tipografías vulgares, tamaño ilegible del texto, son sólo algunas de las múltiples formas como se puede utilizar pobremente el PowerPoint. Cuántas veces no te habrá ocurrido sentarte durante una presentación y comentar con tu compañero: “¡Qué transparencias más cutres!”.
El destino del pecador es el Infierno
Cuando los oradores cometen cualquiera de estos pecados están malgastando el tiempo, la energía y la atención de su audiencia. Y lo que es peor, están desbaratando sus propios objetivos. Aunque cada uno de los siete pecados es único e independiente de los demás, todos pueden resumirse en una excesiva e informe vomitona sin sentido de datos, carente de propósito ni plan.
Al que comete estos pecados le espera la reacción negativa de la audiencia: el bostezo, el rechazo, la irritación, la indiferencia, en definitiva, el olvido. Será arrojado al Infierno de las presentaciones.
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¿Pecas habitualmente? ¿Añadirías algún otro pecado a la lista?
Estoy pensando en comprarme un buen libro de presentaciones. Estaba convencido en comprar «Presenting to Win», pero en esta web he encontrado que recomendáis el de Slide:Ology y el de Presentation Zen. ¿cuál de los tres recomendáis?
Gracias.
Indudablemente merece la pena comprar varios, porque ninguno cubre todos los aspectos. Desde el punto de vista práctico sobre cómo diseñar las presentaciones, sin duda el mejor «Slide:ology». «Presentation Zen» es más filosófico, menos práctico. «Presenting to Win» no trata el diseño en absoluto. «Hablar para convencer» trata más el discurso. En fin, que no se solapan. Todo depende de qué te interese más. Si te puedes permitir el gasto, sin duda compra varios.
En lugar de Presentación Zen es mejor el de Presentación Zen Design ya que como su nombre lo dice este si va enfocado al diseño.
Depende de qué aspecto de las presentaciones te interese más. Creo que puede esclarecerte que leas la entrada en la que evaluamos unos 70 libros de presentaciones: La mejor bibliografía (anglosajona) sobre presentaciones jamás reunida.
En castellano, por supuesto te recomiendo El Arte de Presentar.
Oro pecado es «No conocer la presentación y HACER ESTO EVIDENTE ANTE LA AUDIENCIA»
Consideremos que hacer una presentación es como llevar invitados a nuestra casa. ¿Quién conoce todos los rincones de la casa? ¿Quién decidió cómo adornarla y amueblarla? ¡¡El presentador, pues es el dueño!!
Entonces somos anfitriones, tenemos la confianza de saber de qué hablamos y a dónde vamos, sabemos de memoria a dónde lleva cada puerta, sabemos hacer lucir la decoración y dónde tomar un descanso.
¿Y si no conozco la casa (mi presentación)? Pues antes de que lleguen los invitados la recorro veinte, cincuenta, cien veces. Debo ser parte de la casa y dejar a los invitados con una excelente impresión.
Gracias por tu comentario, Arturo. Me ha parecido muy acertada tu analogía de la presentación con la visita por la casa. En efecto, si no dominas tu tema, da igual qué bonitas sean tus transparencias, tu ignorancia se hará evidente para la audiencia. Sobre este tema escribí algunas reflexiones en https://www.elartedepresentar.com/2009/05/20/de-lo-que-no-sabes-mejor-no-presentar/.
tu entrada ha suscitado una pregunta:
¿siempre es culpa del presentador el fracaso de una presentación?
aún no cometiendo ninguno de los pecados que indicas, la presentación puede ir mal, por ejemplo por un público nefasto (por la razón que sea, p.ej. porque asiste obligado y desganado). Habría que enumerar los pecados del público también, ¿no crees?
Me parece muy interesante tu reflexión, Miguel. Efectivamente, también el público puede cometer pecados, como no apagar el móvil, responder a una llamada con total desvergüenza, llegar tarde, marcharse pronto, hablar con el compañero en voz alta, hacer preguntas idiotas, etc.
Estoy de acuerdo en que una presentación puede fracasar por causas ajenas al presentador, pero son habas contadas. No busquemos culpables más allá de nosotros mismos. Si cometes esos pecados (u otros, ¿a alguien se le ocurren más?), estarás minando tu propia presentación. Rara vez son otros responsables de nuestros fracasos.