Hace miles de años, en la Antigua Grecia, dos famosos oradores, Esquines y Demóstenes, se enfrentaron en una competición de hablar en público ante una gran multitud. Cuando Esquines terminó su discurso, la audiencia se levantó y aplaudió entusiasmada:
“¡Qué gran discurso!”, gritaban a coro.
Le llegó el turno a Demóstenes. Cuando terminó su alocución, la audiencia se puso en pie y gritó:
“¡Marchemos contra Filipo!”.

—Adaptado de una versión de David Ogilvy, el gurú de la publicidad.

Las grandes presentaciones no se limitan a cambiar las ideas: cambian las acciones

No existen presentaciones meramente informativas porque siempre esperas que la audiencia haga algo después de tu charla. Y si ni tú ni tu audiencia esperáis hacer nada, ¿para qué molestaros?

Antes de empezar una presentación, antes de abrir el PowerPoint, antes de dibujar la primera idea, plantéate:

¿Qué acción deseo inspirar en la audiencia?

Imagínate que se te aparece el genio de la lámpara y te concede un deseo:

“Pídeme cualquier cosa que te gustaría que hiciera la audiencia tras tu presentación y así sucederá.”

¿Qué le pedirías?

Si no se te ocurre nada, ahórrate el dolor de la presentación y mándale a la audiencia por email un PDF con la información. Ya saben leer solitos. Nunca desperdicies preciosas horas- persona en reuniones que bien podrían haberse evitado con un email.

No te pagan por informar. Para eso está la Wikipedia. Te pagan por inspirar cambios en la conducta de tu gente. No eres un héroe de información: eres un héroe de acción. Dale forma con tus presentaciones a la acción de tus empleados.

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DIÁLOGO ABIERTO

¿Informas o mueves a la acción? ¿Cuál es el objetivo último de tus presentaciones?

[Créditos: Ancient Greek Warriors, de Shutterstock.]