La semana pasada tuve el placer de impartir nuestro programa de comunicación Excellence en inglés a un magnífico grupo de jóvenes científicos de varias nacionalidades. Muy pronto, sus preguntas y objeciones a las ideas que yo les planteaba me revelaron los problemas con que se enfrentaban inconscientemente.

Todo les parecía igual de importante. Hasta el más pequeño detalle de su contenido debía encontrar su hueco en la presentación. Por eso siempre terminaban diseñando diapositivas horribles, llenas de gráficos que apenas se veían. Por eso hablaban en público deprisa y nerviosos: ¡no tenían mucho tiempo para decirlo todo! Por eso nunca acababan sus presentaciones dentro del tiempo asignado.

Deseaban ser aceptados en la comunidad científica y temían vulnerar las «reglas de comunicación» transmitidas por cada generación a la siguiente.
«Mi director de investigación siempre me dice que quiere ver TODO en mis diapositivas».
«En los congresos científicos a los que voy, lo importante es mostrar a los demás cuánto sabes».
«En los congresos de ciencia siempre se ha hecho así y es lo que la gente espera. Si lo haces de otra forma, no te toman en serio».

A pesar de las razones y argumentos que yo les presentaba, me daba cuenta de que aquellos jóvenes científicos se resistían a creer que los principios de comunicación de El Arte de Presentar pudieran aplicarse a ellos.

Aproveché un descanso para pedirle un favor al director del programa, un científico mayor que ellos, conocedor y seguidor de El Arte de Presentar, con muchas presentaciones de ciencia a sus espaldas. Le expliqué los prejuicios que el grupo me estaba planteando y le pregunté si le importaría compartir durante unos minutos las lecciones que había aprendido a lo largo de su experiencia como presentador de asuntos científicos. Quizá si aquellos jóvenes le escuchasen explicar cómo el mismo había mejorado su forma de comunicar, se mostrarían más receptivos al contenido del curso.

Accedió con mucho gusto. Y todo me resultó mucho más fácil tras su breve intervención.

¿Qué les explicó? Ideas y principios que sin duda conocerás si eres seguidor habitual de este blog:

¡Ya apenas uso diapositivas!

Cuando piensas (equivocadamente) que el objetivo de tu presentación es describir tus investigaciones de principio a fin o contar tu próximo artículo académico desde la primera hasta la última página, ¡no te extrañes si necesitas decenas de diapositivas! Siento decepcionarte, pero ese no es el objetivo de una presentación. Con suerte, tendrás 15 ó 20 minutos para explicar unas pocas ideas a tu audiencia. Aprovecha ese tiempo para conectar con ella, para brindarles algunas ideas que les puedan ayudar, y para resolver sus preguntas. Si realmente es necesario, proyecta un par de imágenes que aclaren lo que tus palabras no pueden llegar a describir. Para todo los demás, apaga el proyector y di adiós a las diapositivas.

Tres mensajes claros, y poco más

«Menos es más», les repitió (yo ya lo había hecho antes) aquel científico a los jóvenes que participaban en el curso. No pretendas atiborrar las cabezas de tus oyentes con datos e información. Muchos ni siquiera te van a prestar atención. Y aquellos que te atiendan, serán incapaces de recordar todo. Menos es más. Ve al grano. Prepara tres ideas sencillas y esfuérzate por explicarlas con claridad. No creas que tendrás tiempo para mucho más.

Tú, no PowerPoint, debes ser el centro de la presentación

Y, así, tendrás al menos una oportunidad de que tu audiencia no sólo recuerde a tus ideas, sino de que te recuerde a ti. Tendrás una oportunidad de resultar memorable. Y, cuando hayas terminado, algunos de los espectadores querrán acercarse a ti para intercambiar datos de contacto o para hacerte sugerencias y preguntas.

DIÁLOGO ABIERTO

¿Puedes poner un ejemplo de una presentación científica que te gustó especialmente?