Esta entrada ha sido amablemente escrita por Igor Campillo, director ejecutivo de Euskampus Fundazioa, doctor en CC. Físicas y experto en periodismo y comunicación científica.

El pequeño Johnny estaba siendo sometido a unas pruebas para conseguir un papel en una obra de teatro que se iba a representar en la escuela. Su madre sabía que el muchacho había puesto en ello toda su ilusión, pero ella temía que no iban a escogerlo.

El día que se repartieron los papeles, Johnny regresó corriendo de la escuela, se echó en brazos de su madre y, lleno de orgullo y de excitación, le gritó: «¿A qué no sabes una cosa? ¡Me han escogido para aplaudir!».

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Del informe escolar de un niño: «Samuel participa estupendamente en el coro del colegio escuchando con mucha atención.»

—Anthony De Mello, La oración de la rana

Una obra de teatro, un coro, una danza, cualquier representación escénica y en general toda obra de arte están dirigidas a un público, carecen de valor y sentido si no hay alguien que ponga su inteligencia y sensibilidad para apreciarlas. Y lo mismo ocurre con las presentaciones. Se puede presentar de muchas maneras, con más o menos gracia, con mayor o menor elocuencia y fluidez, de forma plana y expositiva o con gran pasión y sentimiento, pero siempre se hace delante de una audiencia, por y para una audiencia. El arte de presentar solo tiene sentido junto con el arte de saber escuchar, de saber ser público y estar en el público.

El objetivo del ponente es conectar con su audiencia. Sin embargo, la conexión solo puede ser recíproca, es la ‘química entre ponente y público’ que necesita tanto del esfuerzo y dedicación de uno como de los otros. El ponente vive la presentación hacia afuera, expone un discurso, emite mensajes, irradia su pasión, sus convicciones y sus valores,  mientras que las personas del público la sienten hacia adentro, reciben las palabras, se apropian de los contenidos y pueden notar cómo surgen en su interior distintas sensaciones y emociones según avanza la presentación. No en vano hablamos de la ‘entrega’ del público, o de un público ‘entregado’ e incluso ‘rendido’. Sin esa entrega del público una presentación nunca es un éxito pleno por muy bueno que sea el ponente. Es misión del ponente excitar la atención de su audiencia, pero para ello necesita personas que estén abiertas y (pre)dispuestas a entregarle esa atención, personas con una actitud positiva y proactiva, personas que saben escuchar con la cabeza y con el corazón. Nunca debemos olvidar que cada uno de nosotros somos también protagonistas de lo que allí está ocurriendo, como el niño que escucha atentamente al coro, o el que han escogido para aplaudir en la obra de teatro. En general, cada uno de nosotros somos más veces público que ponentes. Todos tenemos un papel, y todos en cada momento, con nuestro comportamiento, estamos contribuyendo a que aquello salga bien.

Ofrezco a continuación algunas pautas de sentido común para ser buen público.

1Mira al ponente

Él o ella está allí para contarte algo, está allí por ti. En el fondo está estableciendo, o más bien escenificando, una conversación contigo. Y como si de una conversación se tratara, él o ella buscará tus ojos, porque él o ella desea que le mires y encontrar tu mirada para experimentar el sentido de lo que está haciendo allí. La mirada es el vínculo que os une en ese momento. Dirige miradas cálidas y asertivas cuando notes que está poniéndose nervioso, o miradas de sorpresa si está perdiendo el hilo, e incluso severas si no respeta el tiempo asignado. Tu mirada le indica en todo momento que le estás escuchando, que le estás prestando la atención que reclama, que le estás dando lo único que puedes darle en ese momento y que (le) muestra que estáis conectados.

2Dispositivos en modo avión

Salvo para alimentar el backchannel, prescinde del móvil, la tablet, o el portátil. No has ido allí para trabajar y de vez en cuando levantar la cabeza porque te ha parecido oír algo interesante.  No puedes estar escuchando con atención y a la vez enviar mensajes o chatear por el whatsapp. Y nada de jugar al candy crush, los angry birds o el apalabrados. Todas estas acciones en paralelo son una falta de respeto hacia el ponente. Además de distraerle en un momento dado también le pueden desmoralizar. No olvides que estás conversando con el ponente. No hagas, por estar apantallado por un grupo de personas, lo que no harías nunca en una conversación vis a vis.

3No estás sólo

El ponente habla para ti, pero también para todas las personas que están allí reunidas. Así que evita hacer todo aquello que, además de molestar, distraer y perturbar al ponente, también molesta, distrae, perturba y hasta cabrea al resto. Mantén la compostura y pórtate como te gustaría que los demás se portaran en tu lugar. No tosas, no te muevas con estrepito, no te estires, no abras caramelos, no mastiques chicle, no revuelvas en tu bolso, en tu maletín o mochila, no te gires para mirar hacia atrás, nunca realices consultas ostentosas al reloj, evita los susurros siseantes y los cuchicheos con el de al lado o las risas en los momentos más serios, y nada de enormes y cavernosos bostezos… Por supuesto, no llegues tarde, ni te marches en mitad de la charla, porque se rompe el ritmo de la presentación. Es el mayor desprecio que le puedes hacer al ponente y la mayor falta de respeto a tus compañeros de audiencia. Es como romper un contrato sin más ni más, sin posibilidad de enmienda.

4Preguntas sí, gracias, pero…

Salvo que el ponente haya indicado que se le puede interrumpir en cualquier momento, las preguntas tienen su espacio correspondiente al final de la presentación. Así que, si te surge una duda o comentario en mitad de la exposición y sientes que no puedes esperar, anótalo en un papel o mentalmente y espera. Te servirá para rebajar la ansiedad y formular mejor la pregunta cuando corresponda. Por otra parte, si eres un experto en el tema, harás bien en tener preparada al menos una pregunta, no vaya a ser que se espere de ti que inicies la discusión. Y llegados al turno de preguntas, ¡no te cortes! No hay preguntas estúpidas. Lo estúpido es quedarse con las ganas. Es más que probable que alguien más en la sala se cuestione lo mismo que tú. Las preguntas siempre enriquecen la presentación y ayudan al ponente a reforzar e incluso completar su exposición. Ahora bien, sé directo y vete al grano. No te exhibas, ni te pases de listo, ni cuentes tu vida, ni realices una ‘nueva presentación’. El tiempo de preguntas es limitado y la paciencia de los demás, también. Siempre puedes abordar al ponente al final del acto y esperar a poder entablar una conversación con él, aunque esto no siempre es posible. ¡Ah! Y si hay micrófono, espera a que te lo ofrezca el personal de sala, por favor, ya que te debe oír todo el mundo y además pueden estar emitiendo por streaming y grabando la presentación.

5Una oportunidad para aprender

Tan importante como el qué es el cómo. Aparte del interés por el contenido, puedes poner tu atención en contemplar al ponente y el trascurso de la presentación misma. Fíjate en la forma que habla, en su dicción y fluidez, el vocabulario que emplea, la manera de gesticular y de  moverse, el control de los tiempos y las pausas, el modo en que ha estructurado la información, en cómo va desgranando los mensajes, en el diseño de sus diapositivas (si las tiene)… Ser público en una presentación es una oportunidad para sentirse ponente sin serlo, para observar, para repasar y para tomar nota de lo que nos puede hacer mejores presentadores o de lo que tenemos que evitar la próxima vez que subamos a un escenario o expongamos un tema en una reunión.

Solemos identificar las presentaciones (y la comunicación en general) con la emisión y escenificación de un mensaje por parte de un ponente u orador, el cual habla, informa, expone, expresa… Sin embargo, nos solemos olvidar de que la comunicación no es completa sin un receptor. Toda presentación es un ejercicio estéril sin unos oyentes que vibren y resuenen con el ponente. Hay un proverbio chino que nos recuerda que tenemos dos orejas y una sola boca. ¿Será porque escuchar es el doble de importante que hablar?

DIÁLOGO ABIERTO

¿Qué otros consejos darías a la audiencia?