“Si dices tres cosas, entonces no dices nada.”
—James Carville, asesor de Bill Clinton durante su campaña presidencial en 1992
Los mejores discursos y presentaciones están construidos en torno a una idea: una única, buena idea capaz de cambiar la manera como la gente vive, piensa o actúa. La mayoría de las presentaciones fallan incluso antes de empezar, porque no dedicamos el tiempo suficiente durante la fase de planificación a meditar sobre la idea central que deseamos transmitir. Nuestro problema no suele ser la escasez de ideas que contar, sino que volcamos demasiadas y terminamos oscureciendo la idea central, hasta el extremo de que mucha gente saldrá de la sala preguntándose: “¿qué me querían contar?”.
Christopher Witt, autor del libro “Real Leaders Don’t Do PowerPoint”, nos proporciona una lista de 16 preguntas que todos deberíamos hacernos y dedicar tiempo a responder antes de abrir PowerPoint y crear la primera transparencia.
1. ¿Cuál es la esencia de la idea? ¿Cómo la resumirías en una sola frase?
2. ¿Qué única cosa necesita conocer la audiencia más que nada?
3. ¿Qué te sorprendió cuando estabas investigando o documentando el tema? ¿Qué encuentras aún intrigante?
4. ¿Qué anécdota o metáfora capta la esencia de la idea? ¿A qué objeto o acción se parece tu idea?
5. ¿Dónde está el conflicto? ¿Qué tipo de conflicto (de ideas, de sucesos, de personas) causó esta idea en primera instancia? ¿Qué conflicto referencia esta idea? ¿Qué conflicto genera o generará?
6. ¿Puedes ponerle cara a la idea? ¿Existe alguna persona asociada con la idea? ¿Ilustra la idea la vida, el trabajo o la historia de alguien? ¿Quién se ve afectado, positiva o negativamente, por la idea?
7. ¿Puede una cita articular esta idea?
8. ¿Cuáles son los elementos centrales de esta idea y cómo se conectan o interactúan?
9. ¿Cuál es la forma de la idea? Si tuvieras que dibujarla sobre una servilleta o sobre una pizarra, ¿qué parecería? ¿Un diagrama de flujo, círculos concéntricos, una escalera, un camino tortuoso, una pirámide, fuerzas en oposición?
10. ¿Cuál es tu punto de vista? ¿Estás a favor o en contra? ¿Eres un escéptico o un creyente?
11. ¿Qué problema soluciona la idea? ¿Qué problema causa? ¿Quién se ve afectado por el problema o por su solución?
12. ¿Qué objetivo alcanza la idea?
13. ¿Cuál es la historia de la idea? ¿Cómo ha sido articulada en el pasado? ¿Cómo ha evolucionado la idea a lo largo del tiempo?
14. ¿Cuál es el suceso central de la idea? ¿Qué hechos dieron lugar a la necesidad de la idea o proporcionaron el conocimiento y percepción que condujeron a la idea?
15. ¿Cuál es el proceso de la idea? ¿Qué condujo a la idea? ¿Cómo se ramifica la idea? ¿Cuáles son las implicaciones futuras de la idea?
16. ¿Qué cuestiones plantea la idea o deja sin responder?
Dedica tiempo a plantearte estas preguntas antes de empezar a crear la primera transparencia y comprobarás cómo tus presentaciones ganan infinitamente.
(Adaptado de la entrada Questions to Ask Yourself con el amable permiso de Chris Witt)
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¿Qué preguntas te haces antes de la presentación para clarificar tu idea central?
Pues para clarificar la idea central de una presentación convendría tener en cuenta- ya que hablamos de líderes políticos- aquellas palabras de José Martí:
El lenguaje ha de ser matemático, geométrico, escultórico. La idea ha de encajar exactamente en la frase, tan exactamente que no pueda quitarse nada de la frase sin quitar eso mismo de la idea.
Es un ejercicio parecido al que hacemos para trabajar sobre un mapa conceptual para mejorarlo sin que se pierda la idea.
Gracias por la sugerencia.
Sí, algunos líderes políticos (o sus asesores) han sido capaces de crear ideas verdaderamente potentes, ilusionantes y pegadizas. Recuerdo la frase hoy ya legendaria de JFK: «En 10 años queremos poner un hombre en la luna y traerlo de vuelta sano a casa.» Otros han sido capaces de conjurar poderosas imágenes, como Churchill acuñando el término «telón de acero» o prometiendo nada más que «sangre, sudor y lágrimas».
Pero antes de nada, debemos partir de una única, buena idea. Sin ella, el resto es parafernalia verbal.
Ya que has empezado con Clinton y el consejo de su asesor de campaña (gran consejo, por cierto), podías haber terminado con Obama y la frase más famosa del 2008, una única idea que catapultó toda una campaña y que se ha convertido en el eslogan de mucha gente.
Yes, we can!