Hace pocos días impartí una jornada de formación en técnicas de exposición para cuatro profesionales que trabajan para uno de nuestros mejores clientes. Hoy quiero compartir contigo algunas reflexiones suscitadas por lo que ocurrió durante aquellas ocho horas, que fueron enormemente enriquecedoras para todos.

Conocer y seguir un método eficaz es imprescindible para hacer buenas presentaciones
La diferencia entre improvisar una presentación y crearla siguiendo las instrucciones de un método solvente resulta evidente para cualquiera que tenga la ocasión de verlo. Los pasos para crear buenas presentaciones son simples, pero no son fáciles. Son simples porque no requieren comprender complejos principios. Pero no son fáciles de seguir porque nos enfrentan a la inercia de los malos hábitos que todos hemos desarrollado tras años de comunicar sin otra guía que nuestro propio criterio. Pocas cosas existen más difíciles que cambiar un hábito, pero lograrlo es posible cuando para ello basta seguir y repetir fielmente una secuencia de acciones muy simples. Por ejemplo, un comunicador que se haya tomado la molestia de establecer un objetivo claro y concreto para su presentación, que haya identificado aquello que su audiencia necesita recibir de él, que haya encontrado la forma de expresarlo en mensajes directos y sencillos, que haya organizado su contenido a fin de facilitar la comprensión, y que sea consciente de los principios que optimizan la comunicación entre personas, siempre lo hará mucho mejor. Muchísimo mejor, de hecho.

¿En qué se notará? En que el objetivo de la presentación se hará evidente desde el primer momento. En que los mensajes que refuerzan dicho objetivo se expresarán y repetirán con claridad para propiciar la comprensión y el recuerdo. En que el contenido de la presentación incluirá sólo lo necesario para cumplir con su objetivo y nada superfluo que no ayude ello. En la seguridad y el aplomo con que habla en público toda persona que previamente se ha preparado bien en privado.

Para mejorar es necesario atreverse a correr riesgos y a cometer errores
Algunos de los profesionales con los que estuve trabajando experimentaron la frustración de cometer errores probando por primera vez técnicas nuevas… ¡y de ver esos errores grabados en vídeo! Se atrevieron a dejar a un lado la vergüenza y el amor propio y a equivocarse en público. Dicho de otro modo: se atrevieron a aprender y a sentir el escozor del fracaso sin paños calientes. Por fortuna, entre todos fuimos capaces de crear un entorno seguro, abierto a la experimentación sincera, donde el error fuera bienvenido y aprovechado. Y estoy convencido de que sus fracasos les reportaron a todos valiosas lecciones que difícilmente olvidarán.

La cámara de vídeo es el mejor coach de presentaciones
En El Arte de Presentar no nos cansamos de repetirlo porque es verdad. No hay cosa más impactante que verse en vídeo. Provoca una especie de catarsis muy poderosa que acelera el aprendizaje y la transformación. Oímos nuestra voz y no nos gusta. Nos damos cuenta de que no sabemos qué hacer con las manos. Constatamos que somos incapaces de seguir el hilo de nuestra propia exposición. Etcétera. Lo bueno es que los pequeños rasguños que el vídeo inflige a nuestro ego abren el espacio necesario para que penetre el nuevo conocimiento que propicia el cambio al que aspiramos.

DIÁLOGO ABIERTO

¿Has practicado alguna vez con la cámara de vídeo? ¿Cómo fue la experiencia?