¿Es posible comunicar en dieciocho minutos ideas que inspiren y transformen a una audiencia? Los inventores del formato TED parecen pensar que sí. Y millones de personas en todo el mundo están de acuerdo, a juzgar por el fabuloso éxito de estas presentaciones, muchas de las cuales circulan en forma de vídeos virales por las redes sociales más populares.

Te he explicado por qué acepté participar como ponente en el próximo TEDxMalagueta y cómo encontré las ideas con que construir una charla memorable (al menos, ese es mi deseo; que lo consiga o no, es otra historia). Hoy voy a contarte cómo me enfrenté a una de las más duras restricciones que impone este formato de presentación: el límite estricto de dieciocho minutos.

Recorta, recorta, y vuelve a recortar

Al final de la anterior entrega de esta serie te contaba mi satisfacción por haber conseguido confeccionar un esquema sucinto para mi presentación. Utilizando la rejilla que explicamos en la página 80 de El superhéroe de las presentaciones y aplicando la Regla del 3 que explicamos en nuestro curso de creación de contenidos tenía delante de mí la estructura de mi presentación:

En este punto tan temprano del proceso, no tenía más que la vaga esperanza de que todo aquello fuese abarcable en dieciocho minutos. Armado con eso, mantuve mi primera reunión por Skype con los organizadores del acto, que también se encargaban de supervisar regularmente la creación de cada una de las charlas.

Muy ufano, les presenté mi esquema. Su respuesta fue inmediata: «Es demasiada información; tienes que recortar». Debo decir que no me sorprendió. Yo mismo enseño a mis alumnos que, en esto de la comunicación, menos es más; o sea, que es mejor contar bien y sin prisas unas pocas cosas, que apresurarse por pretender abarcar mucho.

Al ver que aceptaba la crítica de buen grado y sin la menor objeción, mis interlocutores suspiraron aliviados, o eso me pareció. Temían que discutiese con ellos y defendiese mi trabajo con uñas y dientes, ya que, por lo general, nos encariñamos tanto con nuestras ideas que nos negamos a descartarlas y a aceptar que no caben en nuestra presentación. Por fortuna, en esta ocasión todos estábamos de acuerdo.

Quédate con lo esencial

Durante las dos semanas siguientes abrevié mi primer esquema varias veces. ¿Qué eliminé? Principalmente, bastante de ese contenido secundario con el que pensaba apuntalar las ideas principales: ejemplos, referencias de autoridad, y repeticiones.

La estructura original se mantuvo intacta. Mantuve el comienzo, el final, y las tres ideas principales, pero sacrifiqué la información «de segundo nivel» en beneficio de la claridad y la concisión. «Menos es más», me repetía. Una y otra vez revisaba mis esquemas tratando de imaginar si sería capaz de contar todo aquello tranquila y relajadamente o, por el contrario, me exigiría hablar deprisa; y, una y otra vez, volvía a recortar parte del contenido secundario. ¡Te confieso que llegué incluso a eliminar una de las ideas principales!

Durante unos días trabajé con un esquema de dos ideas principales; un esquema «cojo», por así decirlo, que incumplía la Regla del 3. Pronto, sin embargo, me di cuenta de que dentro de una de ellas se ocultaba otra idea que, precisamente, iba a completar mi guion con el final poderoso e inspirador que me hacía falta. Pero eso te lo contaré en el próximo artículo.

DIÁLOGO ABIERTO

¿Tú también crees que «menos es más» es una regla de oro para crear presentaciones eficaces?