¿Cómo se ensaya una presentación? Esa es una de las preguntas más frecuentes que nos plantean quienes asisten a nuestros cursos (la otra es, por supuesto, ¿qué puedo hacer para quitarme estos nervios?). Hoy, continúo con la serie de artículos que estoy dedicando a explicarte, paso a paso, como he documentado, estructurado, y potenciado, la charla que acabo de pronunciar en TEDxMalagueta hace pocos días. ¿Quieres saber cómo se ensaya una charla de dieciocho minutos que no deje indiferente a una audiencia de novecientas personas? ¡Vamos allá!

De la palabra escrita a la palabra hablada: cómo oralizar tu guión

A partir del esquema que diseñé, redacté un guión que sometí a la crítica de los organizadores del acto. Una vez que aprobaron su extensión y su contenido, reservé en mi agenda de los próximos meses sesiones diarias de práctica de una hora. Me bastó leer el guión en voz alta unas cuantas veces para notar que algo no marchaba bien. Lo que decía no sonaba natural. Sonaba a recitado. Me explico. El texto, por supuesto, estaba bien redactado y no tenía una sintaxis complicada, pero carecía de todas esas señas características del discurso oral espontáneo. Resolver este problema me llevó meses de continuas correcciones. Unas veces eliminaba una palabra; otras, una frase entera; otras, aún, cambiaba la puntuación o el orden de las palabras de una oración. Cada vez que intentaba recitar el texto de memoria y me daba cuenta de que lo estaba recitando de otra manera, tomaba nota de esta modificación inesperada que mi cabeza y mis sentidos de hispanohablante nativo me estaban sugiriendo. A fuerza de anotar todos estos cambios inconscientes a lo largo de decenas de ensayos, el guión fue transformándose notablemente. Guardé cada nueva redacción como un archivo distinto en mi computadora, y eso me permitió contrastar versiones cuando fue necesario.

Ensayo diario por bloques

Sí, antes leíste bien: ensayé mi charla de dieciocho minutos una hora al día, cada día, durante casi cinco meses. ¿Exagerado? Quizá, no lo sé, pero he aprendido muchísimo, te lo aseguro. Mi guión estaba estructurado en tres bloques. Empecé a memorizarlos uno a uno. No pasaba al siguiente hasta no haber aprendido el anterior. En todos los ensayos usé un cronómetro. Gracias a él descubrí muy pronto que, sin haberlo pretendido, cada uno de los bloques venía a durar cinco minutos. ¡Qué lujo! ¡Tenía tres minutos extra para hablar despacio y marcar pausas de énfasis si quería! Podía hacer mi presentación sin ninguna prisa, puesto que me sobraba tiempo.

Ensayo frente a la cámara de vídeo

Grabé algunos de estos ensayos con una cámara de vídeo montada en un trípode. A lo largo de los meses fui enviando estas grabaciones a los organizadores, que se tomaron el tiempo de estudiarlas y criticarlas con buen criterio. Nunca podremos insistir lo suficiente sobre ello: el mejor coach que puedes encontrar para tus presentaciones es una cámara de vídeo. Escuchar tu voz, ver cómo gesticulas, y notar cómo te mueves mientras hablas supone un sano «golpe de realidad» que te hará mejorar como comunicador. No lo dudes. Úsala.

Ensayo de gestos y movimientos

Cuando hube memorizado mi texto (sí, igual que un actor; quería que mi discurso fuese director y certero, sin divagaciones ni redundancia), dediqué bastantes ensayos a tomar conciencia del movimiento de mis brazos, de los gestos de mis manos, y de mis desplazamientos. Conocía que en las charlas TED se espera que los ponentes no se muevan mucho, principalmente para facilitar el trabajo de los cámaras que graban la presentación, así que lo practiqué. No obstante, utilicé mis cortos desplazamientos para apoyar la narración con la que comenzaba mi guión. Contaba una historia de dos niños que vivieron en dos países muy distintos. Me desplazaba hacia la izquierda siempre que relataba la vida de uno de los niños, y hacia la derecha siempre que me refería al otro; usaba el centro de mi espacio escénico natural para pronunciar el resto de mi charla.

Ensayos «a ciegas»

Una vez se me ocurrió ensayar con los ojos cerrados para imaginarme más fácilmente frente a una audiencia de mil personas. ¡Qué buena idea! Noté que, sin habérmelo propuesto, esto reducía también mis desplazamientos. Era como si mi cuerpo, al quedar ciego, no se atreviera a moverse por miedo a caer o a tropezar. Al mismo tiempo, me percaté de que mi mirada subía y bajaba por los pisos de aquel teatro imaginario, como estableciendo contacto visual con cada sector de la audiencia. Ensayé muchas veces de esta manera y te puedo decir que me fue de gran ayuda. Te lo recomiendo sin reservas.

Descansos y periodos de asimilación

A medida que se fue acercando la fecha de mi intervención, noté que ensayaba menos. De hecho, hubo semanas en que sólo ensayé un par de días. Sin embargo, lejos de perjudicarme, noté que estos descansos me estaban beneficiando. Por fin, mi mente estaba apropiándose de mi discurso, igual que mucho antes se había apropiado de mi nombre y de mis apellidos, de mi número de teléfono, de las señas de mi domicilio o de mi canción favorita. El proceso era el mismo. Sin necesidad de ensayar en voz alta o ante la cámara, estaba «internalizando» todo lo que quería contar. Cada vez que volvía a ensayar, notaba que por fin mi discurso sonaba real, espontáneo y natural. ¡Lo había logrado!

Me hicieron falta meses de ensayo para llegar a hablar en público como si no hubiese ensayado nunca. Imagina a tu cómico favorito. ¿Te has parado a pensar que ese monólogo que te hace estallar en carcajadas lo ha repetido centenares de veces ante públicos distintos? ¿Cómo es posible que suene fresco y natural cada vez, como si fuese la primera vez que lo interpreta? Ya conoces la respuesta.

DIÁLOGO ABIERTO

¿Cómo ensayas tus presentaciones? ¿Tienes algún truco o consejo que quieras compartir?