Miedo escénico, pánico escénico, miedo a hablar en público… son muchos los términos que utilizamos para definir situaciones con un denominador común: exponerse ante otros.

El simple hecho de recibir la atención de los demás nos sitúa en el centro. Y todo objeto que es observado por otro elemento, se modifica ineludiblemente.

En esas situaciones es frecuente que sintamos miedo. Pero ¿por qué nos entra el miedo? ¿Miedo a qué? ¿A hacer el ridículo? ¿A quedar mal? ¿A quedarse en blanco? ¿A equivocarse? ¿A no responder a la imagen que se tiene de nosotros?

Numerosos expertos y profesionales que dominan su materia se encuentran con dificultades técnicas y emocionales a la hora de comunicar sus ideas en ponencias, charlas, etc. Sienten miedo, que a veces confunden con nervios, los cuales a su vez se confunden con la mínima tensión necesaria para accionar (o para salir a “actuar”).

Efectivamente, para pasar a la acción es necesario sentir cierta tensión, una mínima concentración de energía bullendo en nuestro interior que nos permita comenzar. Esa tensión (normalmente localizada en la boca del estómago) es, en cierto modo, placentera. Uno sabe que no es mala, que no te la va a jugar, sino que más bien te da el impulso necesario para arrancar (el cuerpo está listo).

Pero ¿por qué hasta el mayor experto en una materia se pone nervioso, llegando incluso a boicotear su propia intervención?

Porque no hay nada más difícil que DEJARSE VER.

DEJARSE VER es desnudarse ante un público (la gran mayoría de las veces, desconocido), mostrarse con todo lo que traemos, seamos conscientes o no de cuánto es eso. Ser observados nos modifica inmediatamente, queramos o no. A mayor distancia del observador, mayor es el campo de imagen que mostramos y más expuestos quedamos. De ahí la tendencia física a acercarse o a acortar la distancia que separa al orador de la audiencia.

DEJARSE VER implica contar nuestra historia reflejada en el cuerpo, exponernos físicamente, sacar a la luz nuestras miserias, debilidades y muchas otras cosas que tenemos prejuzgadas, pero también nuestras fortalezas, nuestras alegrías e incluso aspectos que están aún por descubrir.

Desde que nacemos, y comenzando por nuestros padres, queremos gustar, ser aceptados, pertenecer a un grupo, mantener un vínculo con el otro, etc., por eso modificaremos todo lo necesario para recibir esa otra mirada de aprobación, la mirada del otro.

A partir de aquí, se ponen en marcha diferentes mecanismos en cada uno con la finalidad de ser queridos. Y es en ese momento cuando empezamos a tapar y a esconder aquello que consideramos juzgable y «no bueno».

Es completamente erróneo pensar que, si muestro mis emociones, pareceré DÉBIL (y a nadie le gusta que le consideren débil, además de esa idea según la cual mostrar debilidad no sólo está mal visto, sino que hasta podría ser motivo de despido en determinados gremios).

Todo esto lo llevamos a nuestra forma de relacionarnos con los demás y a cómo nos comunicamos.

Pero sucede todo lo contrario, nada se interpone ante la honestidad de una persona que se muestra tal como está, tal como es. El observador inmediatamente presta toda su atención a la verdad que percibe y, esté o no de acuerdo con el mensaje, de algún modo se acerca al orador.

Puede sonar a paradoja, pero la mayor arma para fortalecerse ante otros es dejarse ver, dejar ver nuestra vulnerabilidad (común a todo ser humano), nuestras emociones. Ese pequeño acto heroico teje rápidamente un hilo invisible entre el orador y el corazón del que escucha, nos acerca, nos une, porque es con las emociones con las que nos identificamos.

Eso es exactamente lo que comunicamos, las emociones que hay detrás de las palabras, eso es lo que entendemos.

Mostrarse tal y como uno es y está, desnudarse emocionalmente ante los demás, ser observado, DEJARSE VER, es uno de los actos más heroicos que existen. Requiere de mucha valentía y de compromiso con uno mismo, pero la relación que se establece entre orador y audiencia será honesta e inquebrantable.

Puesta en escena de un discurso

DIÁLOGO ABIERTO

¿Qué es lo que más de cuesta de dejarte ver?