Los tres puntos clave de tu introducción

No sólo tienes que arrancar con fuerza para captar la atención desde el inicio y crear una primera buena impresión. Un comienzo fuerte para una presentación responde además a estos tres importantes interrogantes que todo miembro de la audiencia se plantea al inicio de tu charla.

1 ¿De qué trata la presentación?

La respuesta a esta pregunta orientará a la audiencia con respecto a lo que puede esperar llevarse de la charla. Un error muy común es no responder satisfactoriamente a esta pregunta porque se asume que la audiencia ya lo sabe a partir del título o el resumen de la charla. Sin embargo, a menudo el título no deja sentada la orientación, el alcance ni el enfoque. Y el resumen puede no haber sido leído o haber sido olvidado o no reflejar exactamente el tratamiento que del tema hará la charla.

Proporciona en un par de frases el contexto general, la perspectiva global. En otras palabras, planea desde las alturas mostrando el tema a vista de pájaro para luego zambullirte en el aspecto concreto a tratar. De lo general, pasa a lo local. Haz zoom.

2 ¿Por qué la presentación tendría que importarme?

Todos sabemos que seguir una presentación exige un gran esfuerzo por parte de la audiencia. De hecho, exige tanto esfuerzo que la audiencia dejará de concentrarse si no tiene razón suficiente para ello. Por consiguiente, no deberías adentrarte en el cuerpo de la charla sin antes haberte asegurado de que la audiencia comprende la importancia de tu presentación.

Una buena manera de explicar la importancia de una presentación consiste en contextualizarla con un ejemplo concreto que todos pueden visualizar y comprender. Esta contextualización ayuda a la audiencia a seguirte durante las partes más abstractas de la presentación. La manera más poderosa de contextualizar la charla es mediante una historia.

3 ¿Cómo está organizada la presentación?

Esta pregunta es mucho más importante en una presentación oral que en un documento escrito. En un documento, el lector puede leer hacia delante y hacia atrás, mirando los títulos y subtítulos, y formarse así una idea del tratamiento del tema y su extensión. Sin embargo, en una presentación la audiencia no tiene ni idea de adónde va a menos que el orador se lo diga. Mientras que el lector puede saltar adelante y atrás y releer secciones de un documento, la audiencia debe absorber la información linealmente como y cuando el orador quiera.

Realiza un mapa u hoja de ruta visual y memorable para que la audiencia sepa en todo momento dónde está, cuánto se ha cubierto y cuánto queda por cubrir. Cuando no sabe dónde está dentro de la presentación, la audiencia rápidamente se cansa.

Si vas a presentar distintos puntos o ideas, no lo hagas de forma lineal sin solución de continuidad. En su lugar, organízalos en módulos digeribles y proporciona la estructura conceptual de las partes principales. Debes ayudar a que la audiencia te siga a lo largo de la presentación.

Al presentar la estructura, respeta la Regla del Cuatro: no más de cuatro elementos en una lista. Y si necesitas más de cuatro, entonces agrúpalos a su vez en grupos de no más de cuatro.

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