A todo el mundo le pone nervioso hablar en público. Y a muchos, incluso, les aterra. Es difícil dar píldoras mágicas para mantener los nervios bajo control. Con mis clientes de coaching de comunicación busco invitarlos a un cambio de creencias. Tendemos a ver a la audiencia como al enemigo: como si estuvieran pendientes de sacarnos los fallos, a punto de abalanzarse sobre nosotros para destrozarnos con sus preguntas punzantes y exprimirnos la sangre con sus críticas mordaces.

La verdad es bien distinta y, hasta cierto punto, brutal:

No le importas nada a la audiencia. Eres la última de sus preocupaciones.

Que sí. Admítelo. La audiencia no está muy pendiente de ti: ni de lo que haces ni de lo que dices. Está pensando en sus cosas.

La audiencia no es el enemigo, tú eres tu peor enemigo

Que no esté muy interesada por ti no significa que esté contra ti. ¡Todo lo contrario! ¿Te has parado a pensar que la audiencia está de tu lado? ¡Quiere que lo hagas bien! ¿No te das cuenta de que cuanto mejor lo haces tú, mayor valor se llevará ella? ¡Quiere que brilles!

Al fin y a la postre, ¿para qué está escuchándote? ¡Porque espera llevarse algo valioso de tu charla! Espera un regalo, por pequeño que sea. Le encantaría poder salir diciendo: “Pero qué bien que he venido, porque ahora gracias a esta presentación puedo…”. Y aquí, rellena tú mismo la línea de puntos. Ese es el valor que tú aportas como ponente a la audiencia. Tú le regalas eso que se lleva. La audiencia no te está juzgando. Juzga el valor que recibe de ti.

Pasión y Valor son los dos únicos elementos que necesitas para el éxito de tus presentaciones

Para que una presentación triunfe, pon tu foco en dos extremos: enfócate en ti mismo (tu pasión) y enfócate en la audiencia (el valor que le aportas):

  • Pasión: Creo en lo que digo y hago.
  • Valor: Creo en que soy útil para mi audiencia.

Regalo

Si no sientes pasión por el tema de tu charla, no contagiarás entusiasmo a la audiencia. La pasión es el requisito previo para poder hablar. ¿Has observado cómo una persona apasionada se olvida de sí misma, habla con vehemencia, se vuelve un torbellino de palabras?

Claro que la pasión no basta. Podrías hablar durante horas y horas sobre ti mismo, sobre tu tema y aburrir mortalmente a la audiencia. Además, necesitas alejar el foco de ti mismo y de tu mundo y centrarlo en la audiencia y en su mundo. Necesitas aportarle valor. ¿Cómo puedes ayudarla a cambiar positivamente? ¿Qué cambio puedes inspirar en sus ideas, emociones o acciones?

Habla de tu pasión aportando valor y notarás cómo la audiencia se transforma ante tus propios ojos. Ya nunca más la verás como un público hostil. Pensarás: «La audiencia ha cambiado». No. Quien ha cambiado eres tú.

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DIÁLOGO ABIERTO

¿En qué piensas cuando piensas en la audiencia?

[Créditos: Imagen de cabecera diseñada para este artículo con elementos de freepik.]

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